Por Beatriz Bonete
Socióloga e investigadora, especializada en prevención de violencia sexual y de género.
Aunque suene extraño, a las asociaciones que trabajamos con víctimas de violencia sexual, nos “alegra” el ruido mediático que se ha producido con las agresiones sexuales de Sanfermines. Nos “alegramos” porque, por fin, se habla de lo que nunca se habla, de lo que nunca quiere hablarse: de las mujeres que día a día sufren una agresión, acoso o abusos de carácter sexual. Desde el feminismo sentimos como una victoria propia el que la violencia de género saltara de lo privado a lo público y lo político. Ahora que percibimos cómo la violencia sexual entra en la esfera de lo que se habla y se dice, volvemos a sentir esta visibilización como una victoria más.
Percibimos cómo la violencia sexual entra en la esfera de lo que se habla y se dice, volvemos a sentir esta visibilización como una victoria más.
Desde Stop Violencia Sexual, la Federación que integra a 9 asociaciones especializadas en asistencia a víctimas de violencia sexual y de género, agradecemos que se hable de lo que para nosotras es una realidad diaria: la de muchas chicas, muchas mujeres y menores que acuden a nuestros centros en busca de ayuda psicológica y jurídica por haber sido víctimas de un delito de violencia sexual.
Una vez agradecida la atención de los medios y este incipiente despertar de conciencia social respecto a la violencia sexual, nuestra labor se intensifica aún más para continuar reivindicando una condena social sin culpabilizaciones ni dobles morales para con las víctimas de una agresión. No sólo eso. Pedimos además, que una vez destapado este tema, su tratamiento se aborde desde la sensibilidad y el respeto, porque la violencia sexual es una violencia dura, compleja, de un gran impacto a nivel personal y emocional.
Su tratamiento se aborde desde la sensibilidad y el respeto, porque la violencia sexual es una violencia dura, compleja, de un gran impacto a nivel personal y emocional.
Pedimos también que las agresiones en Sanfermines no se queden como anécdotas, porque no lo son. Las agresiones se producen en fiestas como las de Pamplona, pero también en otras fiestas de otras ciudades, en ferias de pueblos, en fin de semana o entre semana. En cualquier sitio, cualquier día, a cualquier hora.
Los datos de mujeres a las que atendemos diariamente así lo reflejan. Son mujeres que han sido agredidas por agresores conocidos (el 37% de las que acudieron a la asociación de Madrid, CAVAS, conocían previamente a su agresor), por familiares (el 36% de las mujeres atendidas) y, contradiciendo la imagen del “agresor-asaltante nocturno”, sólo el 12% de las mujeres que acudieron sufrieron una agresión por parte de un hombre completamente desconocido.
Se confirman estas cifras a nivel general, por ejemplo en Andalucía, donde el Instituto Andaluz de la Mujer, en concreto el Servicio de Información Jurídica, Asistencia Legal y Atención Psicológica, atendió en este primer semestre de 2016 a un total de 718 mujeres.
Estos datos que manejamos tienen siempre un sesgo importante: son los datos de las chicas y mujeres que acuden a nuestras asociaciones y a centros específicos. De las que no acuden a nosotras, las que no denuncian, las que intentan gestionar las consecuencias de una agresión de forma privada, no tenemos cifras. Pero existen, y son muchas más de las que nos llaman, muchas más de las que, además de llamar, finalmente se sienten con fuerzas y energía para acudir a la primera cita, para iniciar el proceso de asistencia psicológica y jurídica que es un proceso difícil, pero que es un proceso fundamental para trabajar la recuperación y la reparación.
De las que no acuden a nosotras, las que no denuncian, las que intentan gestionar las consecuencias de una agresión de forma privada, no tenemos cifras. Pero existen…
Para garantizar el funcionamiento de estos servicios, y con ellos el trabajo con las víctimas de violencia sexual se necesita, en este orden: voluntad política, implicación institucional, recursos, ayudas, dinero. También se requiere responsabilidad a la hora de gestionar la comunicación de las agresiones que se producen y salen a la luz, porque tan necesario es hablar de lo que ocurre, como ser capaces de articular una respuesta integral a la hora de ofrecer atención especializada y asistencia.
Desde Stop Violencia Sexual y desde las asociaciones que formamos parte de esta Federación el trabajo no ha hecho más que empezar. Tenemos muchos frentes abiertos a los que dedicar tiempo y esfuerzo: labores de sensibilización y educación en los centros educativos; formación a los cuerpos profesionales que entran en juego cuando se denuncia una agresión (sector sanitario, fuerzas de seguridad); incidencia política y visibilización de la realidad que conocemos y de la que aún no conocemos. Pero sobre todo, tenemos un compromiso y una lucha diaria con todas aquellas mujeres que acuden a nosotras para dejar atrás el impacto de la violencia sexual.
A todas aquellas de las que no sabemos, las que no han denunciado, las que se sienten culpables de una agresión de la que no tienen ningún tipo de responsabilidad, las que conviven con el miedo y la inseguridad, las que están aprendiendo a quererse y respetarse, a todas ellas tenemos que saber transmitirles que es posible sobrevivir, sobreponerse y seguir adelante. Además de ser capaces de garantizarles que ninguna agresión quede sin respuesta.
Beatriz Bonete es presidenta de Stop Violencia Sexual (Federación de Asistencia a Víctimas de Violencia Sexual y de Género)