La lucha feminista en España durante los últimos 20 años: del «espejismo de igualdad» a las manifestaciones masivas

Dic 10, 2020 | General, Feminismo

Judith Calderón 

Manifestación del 8 de marzo de 2018 en Madrid.
Manifestación del 8 de marzo de 2018 en Madrid.

La lucha feminista en España es un movimiento en expansión y su crecimiento durante las últimas dos décadas se ve, en parte, reflejado por el número de participantes en las manifestaciones del 8 de marzo

En el año 2000, en Madrid, la convocatoria reunió a 1.000 personas y las cifras se mantuvieron por debajo de las 10.000 hasta 2017, cuando la manifestación consiguió congregar a 40.000. En 2018, ya con más planificación, la asistencia se cuadruplicó hasta alcanzar la cifra de 170.000 asistentes y, en 2019, el 8M pulverizó esa cifra y alcanzó el histórico récord de 375.000 personas desplegadas entre el Paseo del Prado y la Plaza de España, a lo que hay que sumar las concentraciones masivas en otras ciudades.

La evolución de la lucha feminista en este país durante el s.XXI ha venido marcada por grandes cambios sociales y legislativos: las reivindicaciones que hicieron posible la ley contra la violencia de género en 2004 y la ley de igualdad en 2007, el posterior ‘espejismo’ de la igualdad conseguida que desplazó al feminismo de la agenda mediática y, en los últimos años, el nuevo empuje feminista revitalizado, rejuvenecido y fuertemente asentado sobre algunas reivindicaciones. Así lo explica Maria Freixanet, politóloga e investigadora en materia de género, quien señala que “hemos avanzado mucho, y nos queda mucho también por avanzar”.

Evolución en las últimas dos décadas

En cuanto a los grandes cambios legales de la primera década de los ‘dosmiles’, Freixanet destaca que “fue posible porque las reivindicaciones feministas habían sido potentes y habían conseguido institucionalización. Le debemos a esos esfuerzos avances en todos los frentes”. 

Señala que la ley de violencia de género “hoy la sabemos corta, pues se queda sólo en las relaciones de pareja y expareja, pero ya supuso un enorme cambio de paradigma legal” y que, “si bien la ley de igualdad entre hombres y mujeres quedó más en el papel que en la realidad, hoy se trabaja en su desarrollo normativo”.

Sobre el “espejismo de igualdad” que caracterizó los ‘dosmildieces’, Freixanet explica que “la idea de que ya había tantísimo conseguido, de que ‘ya somos iguales’, aunque la realidad cotidiana (y sus cifras) seguía igualmente desigual y violenta, de alguna forma hizo que la cuestión saliera de agenda, y el movimiento quedó latente durante tiempo»

En los últimos cuatro o cinco años, el movimiento se ha revitalizado y muestra de ello han sido los datos de participación de los últimos 8M. “Existe un nuevo empuje asentado sobre reivindicaciones alrededor del cuerpo, la libertad y diversidad de ser y mostrarse como una quiere, el placer, el sólo sí es sí, contra la violencia sexual, y contra el miedo. Pero también contra la precariedad y explotación laboral, con alianzas con el eje de clase y con la mirada antirracista”, cuenta.

«Las mujeres jóvenes, sobre todo, se han dado cuenta de que las conquistas pueden no ser permanentes»

“Estas nuevas fuerzas beben de lugares alejados de la política pública, por ejemplo, grupos de apoyo entre chicas muy jóvenes que se encuentran para hablar de las violencias que reciben de todas partes todos los días, o mujeres que se organizan desde sus lugares de trabajo extremadamente violentados y precarizados”, explica Freixanet, y añade que estos movimientos “explosionan en dos grandes movilizaciones los ochos de marzo de 2018 y 2019, que empoderaron y engrasaron los tejidos locales y reinventaron la idea de huelga masiva, y que apuntaron a que la nueva unión solo vendría a fraguarse desde la alianza entre diferentes, siendo la diversidad de eslóganes imaginativos y posiciones políticas la tónica general”.

En cuanto a esta revitalización, la escritora Laura Freixas destaca que “el feminismo se ha generalizado y eso es algo muy positivo, porque las mujeres jóvenes, sobre todo, se han dado cuenta de que las conquistas pueden no ser permanentes, que están en peligro, como se vio claramente con el proyecto de ley de Gallardón sobre el aborto. Además, las jóvenes han visto que hay ámbitos en los cuales la igualdad no ha llegado, en particular la violencia y la violencia sexual. Es preocupante en el sentido de que esto significa que no hay igualdad, pero hemos ganado en conciencia de que esta igualdad es necesaria y no la tenemos”.

Violencia machista

Respecto a la violencia machista, Freixas señala que ahora hay una conciencia, que antes no había, de que la violencia machista es un problema estructural y político, y no personal. «Cuando yo era pequeña, se hablaba de crímenes pasionales», cuenta.

Por otra parte, puntualiza que «esa conciencia es muy desigual porque sigue habiendo mucha resistencia por parte de un sector de la sociedad a entender que es un problema gravísimo y sistémico, y muchas veces se aferran a casos de denuncias falsas (que, como sabemos por las estadísticas del Consejo General del Poder Judicial, son un número ínfimo), hablan de crimen personal, examinan el comportamiento de las víctimas y no de los agresores, etc. y creo que aún nos queda mucho camino por recorrer”.

Respecto al trato que recibe la violencia machista en los medios, Maria Freixanet asegura que hay un cambio a mejor, pero que aún hay ciertos aspectos a mejorar: «Hoy ya no es nombrado –o no suele ser– violencia pasional, doméstica, discusiones por amor, u otras barbaridades. Ya no suelen entrevistarse a vecinos para decir ‘era un buen vecino, tiraba la basura’, si bien todavía las noticias muchas veces recogen esa violencia como muerte, cuando es asesinato, asesino, y en ocasiones hay menor respeto a la privacidad de la víctima que a la del agresor».

Conciliación, cuidados y maternidad

Otro de los grandes temas que aborda el feminismo es la conciliación y cómo el peso de los cuidados recae sobre las mujeres. Y es que, de forma mayoritaria, todavía hoy son ellas quienes cuidan en todos los ámbitos

«Respecto a las condiciones materiales de las mujeres, tales como la brecha salarial y el trabajo doméstico y de cuidados, asignado a las mujeres e infrarremunerado (caso de las empleadas domésticas) o gratuito (amas de casa y cuidadoras familiares), hemos avanzado algo, pero aún queda mucho por hacer«, puntualiza Freixas.L

Respecto a la maternidad, considera que, para la sociedad, el ejercicio de la maternidad es obligatorio para las madres. «Si eres madre, estás obligada a ejercer de madre o si no la censura social es terrible. En cambio, para los padres, el ejercicio de la paternidad es optativo. Si asumen sus responsabilidades, se les aplaude y se les hace la ola y, si no lo ejercen, nadie les dice nada. Me preocupa que naturalicemos la irresponsabilidad de los padres«.

«La conciliación no existe: son las madres (aunque, afinando, la realidad es que también son las abuelas)»

Sobre la participación masculina en los cuidados, Freixanet señala que, tal y como muestran los datos de la Encuesta de Empleo del Tiempo de 2010 del INE, “los hombres están en la actualidad dedicando a las tareas domésticas y de cuidados la mitad de tiempo que las mujeres y su evolución es hacia más cuidados, pero con un crecimiento muy lento».

Por otra parte, apunta que, además, es una participación no homogénea: «se asumen más algunas tareas, más públicas o placenteras – lo relativo a la crianza es ejemplo de ello – mientras otras siguen muy feminizadas, como la limpieza, o el cuidado de mayores“.

Freixanet cuenta que, a falta de una corresponsabilidad real y a falta de un sistema público sólido que sustente los cuidados, las mujeres españolas son las que viven más estresadas de toda Europa. «Lo resumo diciendo que la conciliación no existe: que son las madres (aunque, afinando, la realidad es que también son las abuelas)».

La igualdad en la cultura

Freixas señala que en el mundo de la cultura hay un avance en cuanto a la conciencia generalizada de que no existe la igualdad «ni cuantitativa, porque apenas hay nombres de mujeres en los lugares más altos e influyentes del sector, ni cualitativa, en el sentido de que las experiencias y los puntos de vista de las mujeres están muy poco representados».

La escritora pone como ejemplo que el 90% de las películas que se estrenan las dirigen hombres o que, en los libros de texto, sólo aproximadamente el 10% de los nombres propios que se mencionan en cualquier asignatura son de mujeres.

«Los avances son fruto de la presión política y, si no mantenemos esa presión, podemos perderlos»

Respecto a este avance en conciencia, cuenta que, hace 20 años, «la mayoría de la gente, incluidas las mujeres e incluidas las feministas, no era muy consciente de que el ámbito de la cultura era un ámbito muy patriarcal -todavía lo es-, y que es un ámbito crucial para nuestro avance. Ahora sí que hay una conciencia de eso, y se han formado muchas asociaciones, como, por ejemplo, la que yo presidí y de la que soy presidenta de honor, Clásicas y Modernas, dirigidas a la igualdad en el ámbito de la cultura. Ésta es la parte positiva».

En cuanto a otros avances en este sector, como la cantidad de mujeres que reciben premios por su trabajo en el ámbito de la cultura, señala que, si bien es cierto que últimamente las mujeres están siendo premiadas en una proporción mayor a la habitual, esta tendencia no tiene por qué ser permanente.

«Esto ya lo vimos en los años 50, cuando la proporción de mujeres en estos premios era del 35% en España, y en la década siguiente fue del 3%, y en las siguientes, hasta los años 2000, no pasó nunca del 15%. No quiero ser aguafiestas, pero no podemos dormirnos en los laureles, porque los avances son fruto de la presión política y, si no mantenemos esa presión, podemos perderlos«, advierte.

Avances y debates

Freixas insiste en que, aunque, en general, hay avances, no podemos creer que «este pequeño mundo en el que nos movemos de gente feminista es el mundo. Ahí fuera hay un mundo muy amplio donde siguen pasando cosas como la mutilación genital femenina, los matrimonios infantiles, la feminización de la pobreza, la trata, etc.».

Respecto al futuro, en materia de igualdad, Freixas asegura que es optimista, pero que no debemos relajarnos. «El poder económico está básicamente en manos de hombres, también el poder militar, y el poder teológico y religioso lo está totalmente. Por lo tanto, hay mucho trabajo que hacer. Además, hay una serie de riesgos que vienen de la alianza entre capitalismo y patriarcado que lleva a explotar a mujeres pobres mediante la prostitución y los vientres de alquiler», señala.

En cuanto a esto último, la regulación o la abolición de la prostitucióny la legalización o la prohibición de los vientres de alquiler son cuestiones que, en la actualidad, generan continuo debate, y todas las posturas son defendidas desde una perspectiva supuestamente feminista. Freixas cree que esto se debe a que «el éxito del feminismo ha hecho que una serie de grupos o movimientos,

que no le prestaban demasiada atención, ahora lo hayan convertido en un objeto de deseo».

“A mí me parece que hay, por una parte, un llamado feminismo liberal que se está apropiando de un discurso feminista, pero vaciándolo por dentro a través de la defensa de instituciones patriarcales, como la vieja institución patriarcal de la prostitución o las nuevas instituciones patriarcales como son los vientres de alquiler, que no dejan de ser nuevas versiones de algo antiguo como es la apropiación de la maternidad”, cuenta.

La llamada ‘autoidentificación de género’ es otro de los grandes debates que ocupan al feminismo en la actualidad. Para Freixas, «las feministas lo que queremos es abolir el género, que las personas tengan un sexo biológico distinto, pero que esto no determine su lugar en la sociedad o su comportamiento. En cambio, una parte del transactivismo -y subrayo una parte- quiere que estas identidades de género se queden congeladas y que, simplemente, se pueda elegir. Pero eso no resuelve el problema, sino que nos mantiene en el mundo de las identidades de género separadas».

«Yo creo que las feministas no tenemos nada contra de las personas trans, al contrario, pero creo que no tenemos necesariamente la misma agenda, aunque en algunas cuestiones pueda coincidir. El patriarcado oprime a través del sexo biológico, así que tenemos un interés personal en reivindicaciones que afectan directamente a nuestros cuerpos, como el aborto o la lucha contra los vientres de alquiler, y las mujeres trans no tienen por qué tener ese interés personal», añade.

«Siento decir que los derechos sí se debaten: de hecho, así es como se ganan»

Para Freixanet, «existe un campo importante de lucha conjunta entre el feminismo y el transactivismo, si se trabaja sobre la idea de que tu cuerpo/sexo/biología no significa – no queremos que se traduzca en – un lugar social concreto, una forma de mostrarse concreta, una forma de habitar y comportarse en sociedad obligada. Debemos librarnos de toda esa construcción social forzada en rosa/azul (género), que segrega y ordena jerárquicamente los cuerpos y que nos dice cómo debemos vivir. Y debemos erradicar la presión e incluso violencia que persiste en todo el mundo contra quien desobedece los mandatos de género».

«Al mismo tiempo, los desencuentros que existen entre (parte de) ambos movimientos en este momento no son superfluos, aunque opino que parte del conflicto proviene de que muchas veces ni siquiera las palabras que usamos nos significan lo mismo, hay confusión en el lenguaje y marco conceptual», señala.

«Me preocupa que esos debates que necesitamos tener no se den o ni siquiera se permitan; y siento decir que los derechos sí se debaten: de hecho, así es como se ganan, se ganan explicando y defendiendo y debatiendo y convenciendo una y otra vez y en todas partes hasta la extenuación, y si no miren a Clara Campoamor«, añade Freixanet.

Futuro

Freixas asegura tener mucha confianza en el futuro porque «veo a varias generaciones de mujeres con una conciencia feminista, con muy buena formación, creativas, ambiciosas, solidarias. Lo veo en política, en las artes y las ciencias, lo veo en filosofía. Soy optimista porque veo a muchas mujeres muy valiosas trabajando por la igualdad«.

Freixanet destaca que el 8M está hoy consolidado como un momento de liberación de fuerza feminista, «y así seguirá en los próximos años, siga en el formato que siga. Varias de sus reivindicaciones y posiciones alrededor de la justicia han conseguido cierta hegemonía, o por lo menos contagio a parte del sentido común de la ciudadanía».

Además, añade que «el feminismo tiene hoy una fortísima agenda, esperanzadora, que es básica para todos y todas, para tener futuros vivibles y relaciones humanas más respetuosas. Entran ahí cuestiones clave, desde la reivindicación de mayor valoración y remuneración de los trabajos básicos que sustentan la vida, como son aquellos que tienen que ver con el cuidado y atención a personas, trabajos extremadamente maltratados; hasta la reivindicación de la libertad y decisión sobre el propio cuerpo y la propia vida, el desmontaje del aprendizaje de la masculinidad violenta, y el clamor por relaciones libres»

Enlace al Artículo original: https://www.20minutos.es/noticia/4437610/0/lucha-feminista-espana-ultimos-20-anos-del-espejismo-de-igualdad-a-las-manifestaciones-masivas/?autoref=true