“El discurso neomachista ha hecho creer que las políticas de igualdad van en contra de los hombres”

Feb 8, 2016 | General

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José Ángel Lozoya, fundador de la Red de hombres por la igualdad, asegura que los hombres continúan teniendo miedo a que las mujeres quieran darle “la vuelta a la tortilla”.

“Una parte de la sociedad observa que las políticas de igualdad no solo benefician a la mujer, sino que van en contra de los hombres”, afirma en relación a las consecuencias del discurso machista en la actualidad.

“Estamos en un momento en el que es importante ver cuál de los dos discursos gana la batalla: si el neomachista o el igualitario”, dice Lozoya, quien a su vez asegura que gracias a las intenciones de modificar la ley del aborto, el movimiento feminista ha resurgido con una renovación generacional.

Puede que en España se creara el primer grupo de hombres por la igualdad en el mundo. Eso es lo que dice, al menos, su fundador José Ángel Lozoya, quien hace ya más de 26 años puso en marcha una serie de programas de trabajo con hombres y masculinidades en Jerez de la Frontera (Cádiz). Desde allí, colaboró para que este movimiento que, según afirma, “en los años 80 cabía en un taxi”, hoy necesite de un “microbús”. “Somos pocos sí, pero no somos anecdóticos”, asegura sobre una labor que en Euskadi tuvo como fruto el programa ‘Gizonduz’, una iniciativa apoyada por el Gobierno vasco y Emakunde (Instituto Vasco de la Mujer) que trabaja desde 2007 promoviendo la implicación de los hombres en pro de la igualdad. En defensa de ello, el precursor ha participado como ponente en el primer encuentro ‘Norte-Sur de masculinidades y desarrollo humano’ celebrado en Bilbao.

Lozoya fue uno de los impulsores de la clínica ‘Los Naranjos’ en Sevilla, donde en 1980 se practicaron 432 abortos clandestinos, hasta que una operación policial provocó su cierre y la detención de 25 personas. Se abrió un proceso judicial que duró 13 años y acabó con 5 condenados que finalmente fueron indultados por el Gobierno de Felipe González. Tras las idas y venidas actuales de la ley del aborto del ya ex ministro Gallardón, el precursor del movimiento tiene clara una cosa: “El choque eléctrico que ha supuesto la propuesta del Gobierno de modificar la ley del aborto ha hecho que el movimiento feminista autónomo recupere un vigor que no se conocía desde los años 80”.

Muchos hombres son conscientes ante el cambio de las mujeres en la sociedad. Sin embargo, parece que sigue habiendo miedo a que se inviertan las relaciones de poder entre sexos…

Cada vez más. Recuerdo un estudio que hicimos en Sevilla con grupos de hombres en el 93 en el que ya decían que el miedo era que las mujeres quisieran darle la vuelta a la tortilla. Ese miedo desapareció o fue tremendamente residual durante un tiempo, pero hasta el punto que hace 10 o 15 años en los debates de televisión sobre temas relacionados con el machismo era poco menos que imposible encontrar hombres que ocuparan el asiento del machista. Y las cadenas de TV tenían que contratar actores que sobreactuaran. En este momento, si montas un debate de esos, padres despechados y gente que te habla de denuncias falsas hay a patadas. Eso quiere decir que en la medida en que las políticas de igualdad se han olvidado de los hombres, el discurso neomachista ha hecho creer a buena parte de la población que las políticas de igualdad eran no solo a favor de las mujeres sino en contra de los hombres. Y apoyándose en 2 o 3 temas como puede ser el de las denuncias falsas que luego en realidad no existen, pero que todo el mundo tiene una sensación de que la justicia no ha tratado bien a algún pariente o conocido en el tema de las separaciones, reparto de bienes o custodias… son elementos en los que este discurso se apoya y ha conseguido hacer creer a una buena parte de la población que la igualdad va en contra de los hombres y lo que busca es darle la vuelta a la tortilla. Con lo cual, estamos en un momento en el que es importante cuál de los dos discursos gana la batalla: si el neomachista o el igualitario.

Más de una vez has dicho que a finales de los 80 el movimiento de hombres por la igualdad en este país cabía en un taxi. ¿Cuántos podrían agruparse ahora?

Somos tan pocos que no hablamos de movimiento sino de ‘meneíllo’. En principio, somos una minoría pero no somos anecdóticos porque nuestra voz, la verdad sea dicha, cada vez se escucha en más foros. Cuando empezamos cabíamos en un taxi y ahora llenamos un microbús, con lo cual hemos ido creciendo, pero somos un movimiento muy atípico porque en general los movimientos surgen para reivindicar cosas concretas e inmediatas. En el nuestro, se podría decir que la felicidad que promete el final del proceso pasa primero por la pérdida de poder y privilegios, lo cual hace que difícilmente el movimiento vaya a ser nunca un movimiento numeroso en cuanto a masas de gente manifestándose en las calles. Está en un momento bonito porque el propio movimiento feminista se está renovando generacionalmente, está planteando cosas que antes no se planteaban y eso nos obliga también a dar respuestas nuevas.

¿Los hombres declarados feministas tienen el mismo compromiso público y activo que las mujeres?

Tienen el mismo pero en dirección contraria. Mientras que para las mujeres el cambio supone no sólo la conquista de lo público sino ascender en el reconocimiento social, el proceso de los hombres implica la conquista del ámbito privado que, en términos objetivos, supone una cierta pérdida de prestigio social. Por eso es más difícil también.

¿Os veis integrados dentro del propio movimiento feminista?

Cada vez más. Siempre ha habido un sector del movimiento feminista que nos ha evaluado como si fuéramos una moneda falsa. Aquello de decir: ‘no te puedes fiar de lo que dicen ni de lo que piensan, míralos o valóralos por lo que hacen’. Llevamos ya más de 30 años en este proceso y a medida que van pasando los años, en aquellas ciudades en las que estamos más presentes porque hay más gente y se puede medir nuestra realidad como trayectoria, esas desconfianzas van desapareciendo. Yo vengo de Sevilla, donde llevamos muchos años y en Sevilla estamos incorporados a las coordinadoras feministas como un grupo más, sin ningún problema. Lo que no quiere decir que siga habiendo feministas que nos sigan viendo con una cierta desconfianza. Siguen pensando aquello de: ‘¿será verdad que son un cambio o es el mismo perro con distinto collar?’

Supongo que se te habrán revuelto las tripas este año con la famosa Ley del aborto del ya ex ministro Gallardón…

En parte sí y en parte no. No hay que olvidar que Gallardón padre fue el que puso el recurso ante el Constitucional con la ley de Felipe González, que consiguió mantener dos años la ley paralizada. La ley del 83 no sale en el BOE hasta el 85 por el padre. Que ya el padre decía: ‘si yo soy conservador, esperaros que llegue mi hijo…’ Y no se equivocaba.

De entrada, la amenaza de cambiar la ley fue una descarga eléctrica, pero fue una descarga que tuvo al final un efecto tremendamente positivo en el sentido de que el movimiento feminista se volvió a movilizar. La pérdida del poder de la izquierda en casi todas las comunidades provocó que, en buena medida, el movimiento feminista, que tenía siempre actividades subvencionadas, perdiera las fuentes de dinero que le permitían montar una serie de actividades. Estaba tremendamente desmovilizado y el choque eléctrico que supuso la propuesta del Gobierno de modificar la ley del aborto hizo que el movimiento feminista autónomo recuperara un vigor que no se conocía desde los años 80. Y además, ha supuesto una cosa que ha sido absolutamente decisiva que es una renovación generacional como no habíamos visto nunca.

Dos años antes yo estuve en una manifestación en Sevilla a favor del aborto en la que éramos 25 mujeres y yo, y ninguna de ellas podía abortar porque eran todas menopáusicas, iban con sus nietos literalmente. En la última manifestación en Sevilla había 2000 mujeres y la inmensa mayoría muy jóvenes. Con lo cual, lo que tuvo de amenaza ha tenido como consecuencia la recuperación de un movimiento que se estaba empezando a echar en falta.

¿Tuviste miedo de regresar a los tiempos que justificaron la existencia de la clínica de planificación familiar clandestina ‘Los Naranjos’ en Sevilla?

No. Yo empecé a escribir el libro ‘El aborto: historias de combate y resistencia’ antes de que ganara el PP las elecciones. Y era un poco por aquello de que tenía la sensación de que se me olvidaba la cronología de los hechos. Es verdad que al ganar el PP, me planteé la necesidad de publicarlo porque al principio lo hacía como un ejercicio personal de memoria. Y yo sí creía que tenía una cierto sentido la oportunidad de recordar a la gente qué suponía un salto atrás en el túnel del tiempo. Lo que he comprobado es que la gente joven es dificilísimo que se imagine qué significa que el hecho de ir a abortar te suponga seis años de cárcel.

Los avances conseguidos en materia de derechos sexuales reproductivos durante la democracia iban a ser eliminados de un plumazo…

Creo que el enemigo, en este caso el Gobierno, no es tonto. Vamos a decirlo así porque siempre cometemos el error de subvalorarlo y si nosotros aprendemos de la historia, ellos también. La derecha española sabe que hay cosas que tienen difícil vuelta atrás. Por ejemplo, la gente olvida que en los años 80 en Italia el Papa promovió un referéndum en contra del aborto y lo perdió. Con lo cual ellos saben que planteando la cosa en términos de consulta ciudadana es imposible. Meter en la cárcel a 112000 mujeres que abortan al año, eso no hay ningún gobierno que se lo pueda permitir. Entonces, ¿cómo consiguen ese mismo resultado sin que el enfrentamiento parezca que es hacia las mujeres? Está clarísimo. Reducen la ley de tal forma que sobre quien descargan todo el peso de la misma es sobre los y las profesionales que hacen los abortos. Así, impidiéndoles, les cortan el puente. Simplemente no pueden cruzar a la otra orilla. Por eso, el propio Gallardón decía siempre: ‘ninguna mujer irá a la cárcel por abortar’. Claro, no hace falta, con que vayan todos los médicos…

En la universidad encuentras paradojas tan escalofriantes como que en España no haya ninguna mujer catedrática en ginecología.

El gasto en políticas de igualdad y contra la violencia machista ha caído 17 millones en 4 años. Los incrementos para 2015 apenas palían lo perdido en esos años…

En general, en políticas de igualdad, una cosa que hace falta, si se tiene claro que son de igualdad y están dirigidas a todos, es que obviamente han de tener al conjunto de la población como destinatario. Lo que quiere decir que no pueden olvidarse de los hombres porque eso luego, electoralmente, tiene un coste muy alto porque la gente percibe que no son de igualdad, sino que son para la mujer pero que se esconden detrás de la palabra igualdad.

En otros términos, la crisis -o la estafa- ayuda a justificar el porqué de esas reducciones. En el fondo, es un problema de prioridades y el problema es que quienes gobiernan en este momento, al menos a nivel estatal, están a favor de que se mantengan las desigualdades entre hombres y mujeres. Entonces es lógico que recorten en aquellos terrenos cuya financiación va en contra de sus intereses estratégicos. Ellos quieren que la mujer vuelva a casa. En el mismo momento en que están recortando todo el Estado de bienestar, toda la ley de dependencia etc, en ese mismo momento, estaban hablando de ampliar el permiso por maternidad. Con lo cual, están sobrecargando a la mujer con tareas que estaba asumiendo el Estado de cuidado de personas dependientes, al tiempo que le da más permiso para garantizar que así se queda en casa y abandona el mercado de trabajo. Entonces lo que hay que cambiar obviamente es la estrategia de las políticas de igualdad.

Se acaba de cumplir un año del fin de la doctrina Parot. Varios de los violadores excarcelados reincidieron y han vuelto a ser detenidos. ¿Cómo valoráis esto desde el colectivo?

El tema es qué sistema penal queremos tener. Queremos tener uno que se marque como objetivo la reinserción del delincuente o queremos tener un sistema penal que nos lleve a arrojar la toalla y mantener a la gente en la cárcel indefinidamente hasta que se decida qué hacer con ellos. Es decir, ¿estamos por la pena de muerte y la cadena perpetua o estamos por otra lógica de sistema penal?. A pesar de los riesgos que implica poner en la calle a según qué personas, con o sin doctrina Parot, yo apuesto desde luego por un sistema penal que se plantee como objetivo la reinserción.

Hablemos del mercado laboral. El porcentaje de mujeres en puestos directivos sigue siendo mucho menor y los sueldos tampoco son parejos. ¿Cómo trabajáis en este sentido desde la red de hombres por la igualdad?

El techo de cristal es un obviedad, eso no hay nadie que lo discuta. La posibilidad de entrar en el mercado laboral y de promoción, en el caso de las mujeres es más limitado. Es difícil que desde el movimiento de hombres lo que podamos hacer tenga un gran impacto, porque más allá de la denuncia, lo que podemos hacer es poco, entre otras cosas por la fuerza que tenemos y porque es un fenómeno que se da sobre todo en la empresa privada, no se da tanto en la empresa pública. También se da mucho en la universidad donde encuentras paradojas tan escalofriantes como que en España no haya ninguna mujer catedrática en ginecología. Habrá algo que tenga más que ver con las mujeres…

Hay que apoyar medidas que acaben con los motivos que ponen los empresarios para mantener esta discriminación. En este momento, hay una reivindicación que está en el Parlamento pero que no se va a llegar a discutir porque a nadie le interesa, que es la propuesta de ley hecha por la plataforma por los permisos iguales e intransferibles por nacimiento y adopción. Lo que plantea el empresario, en general, es que prefiere contratar a un hombre que a una mujer porque si ella se queda embarazada desaparece durante un tiempo del puesto de trabajo y eso siempre crea conflictos en la estructura empresarial. Y pasa también con el tema de los permisos, que tal y como está planteado hasta ahora, no solo el de la mujer es más largo, sino que además el tiempo de libre disposición que decide la pareja, por tradición, siempre lo acaba cogiendo la mujer. Ahora, si es igual e intransferible no hay ninguna diferencia a la hora de contratar a un hombre o una mujer en términos de rentabilidad económica. Con lo cual, nos ayudaría, por lo menos, a acabar con la discriminación tanto en la promoción como en la contratación.

Con la legislación actual, ¿están equiparados los derechos entre padres y madres en cuanto a la crianza de los hijos?

La crianza está planteada en términos en los que se encarga ella. Aparte de los cambios legislativos necesarios a mí me alucina la poca sensibilidad que tienen los sindicatos en este tema. Es increíble ver que en aquellas empresas, sobre todo en las que hay mayoritariamente mujeres, se plantee el tema de las guarderías en la empresa, pero no se haga en la industria naval, en la construcción o aeronáutica… ¿es que esa gente no tiene hijos con los que tienen un problema de dónde dejarlos cuando están trabajando? Es decir, hay toda una serie de medidas que se podrían ir encaminando a que esas diferencias que sobrecargan a la mujer y que suponen obviamente un privilegio para los hombres desaparecieran. Más allá de eso, hay una parte muy interesante que es hacer ver a los hombres lo que se pierden al estar ausentes de la crianza. Yo cuando pienso en mi padre, que fue padre de 8 hijos, y que cuando yo me levantaba normalmente se había ido a trabajar y cuando me acostaba, muchas veces, no había vuelto… La verdad es que lo pienso y no me compensaría tener un hijo para cargar con toda la carga que supone y no disfrutar de nada de lo que tiene que ver con verle crecer y estar a su lado.

http://www.eldiario.es/norte/euskadi/discurso-neomachista-politicas-igualdad-hombres_0_327917312.html