Mamá me ha despertado. Me he levantado de mala gana. Tenía mucho sueño. ¡Menos mal que cuando he llegado a la cocina, mi hermana Andrea había puesto ya mi Cola Cao calentito y mis galletas de animales!
08:30
Mi hermana ya ha fregado los tazones del desayuno y se ha hecho su cama y su mochila. Mamá me ha hecho la cama y me ha metido los libros en la cartera. ¡Ahora me dice que me dé prisa que vamos a llegar tarde al cole!
En el camino nos hemos encontrado con mi primo Javi. Él no va a nuestro colegio. Dice mi madre que sus padres son unos cansinos y que le van a fastidiar la vida. Que mezclarse con la chusma, con los moros y los gitanos, no le va a traer nada bueno en la vida. Nosotros tendremos más oportunidades, dice mi madre, porque mi cole es concertado y todos vamos con uniforme. Y hay niños de papás famosos, como mi amigo Jose Manuel. Su papá sale en el anuncio de las Palomitas.
10:40
Hoy en clase, nos han explicado eso del machismo. El Padre José nos ha dicho que no tenemos que pegar a las mujeres y que ellas no nos tienen que pegar a nosotros. En mi cole no pegamos a nadie. ¡No sé por qué nos cuentan esas cosas!
18:30
Cuando venía de Balonmano, he visto a mi hermano Mariano discutir con su novia en la calle. Le ha llamado puta y le ha dicho que con esa minifalda le estaba poniendo en ridículo. Ella solo sabía llorar. Luego mi hermano le ha dado un cachete y se ha venido conmigo a casa. Mi hermano es un chico guay. Tiene muchos amigos en el colegio y les regala las canciones de reggaetón que se baja de internet. ¡No sé por qué salía con Judith que todo el mundo sabe que es una guarrilla!
20:00
Cuando he acabado la tarea, me he sentado con mi hermano a ver “Mujeres Hombres y Viceversa”. A Manolo le gusta mucho ese programa. Dice que dentro de dos años va a ser tronista y que, con su cuerpo, se lo van a rifar las tías. A mi madre no le gusta que veamos eso. Pero hoy, mi madre no estaba viendo el “Sálvame”, así que lo hemos puesto. ¡No entiendo por qué Manolo quiere ir a ese programa si todas las chicas llevan minifaldas como Judith y son igual de guarrillas!
22:00
A estas horas, mi primo Javi ya estará en la cama. Nosotros estamos cenando. Mi madre y mi hermana preparan la cena mientras mi padre, sentado en el sofá, se enfada cada vez que sale Rajoy en el Telediario. A mi padre le gusta la señora esa que manda en Andalucía. Hoy en el Telediario han dicho que han matado a otra mujer. Mi padre dice que no hay derecho. Que todos somos iguales. Un día le pregunté por qué, en el súper dónde trabaja papá, todas son mujeres menos él. Me dijo que porque el Jefe sabe que ellas cobran menos y dan mejor imagen, y que a él le cogieron, porque alguien tiene que ser el encargado.
22:30
Hoy en la tele echan “La que se Avecina” y en mi casa no nos lo perdemos. Mi hermano Manolo dice que quiere ser follador vividor como Amador. A mi padre le hace mucha gracia que Enrique tenga una mujer que se haya hecho lesbiana y otra mucho más joven que él. Y repite constantemente, ¡como si eso fuera posible! ¡Un tío calvo con una gachí así! A mi madre dice que no le gusta mucho la serie, pero también se ríe. Mi hermana se ha ido a su habitación a leer.
24:00
No tengo mucho sueño pero dice mi madre, que si no me acuesto, mañana tendrá que levantarme con una grúa. Me agarro a Trancas y me duermo en seguida.
Feminicidios. Terrorismo Machista
En España, durante el 2016, 105 mujeres fueron asesinadas por hombres. Ciento cinco feminicidios. En lo que llevamos de año, han sido asesinadas 16.
Leía el otro día aquí en Diario16 el artículo de Inés Moreno “Cuando nos convertimos en putas” (http://diario16.com/cuando-nos-convertimos-en-putas/) y me hizo reflexionar su historia. Al principio pensaba, que eso de que los chicos demostramos el amor al peor estilo cavernícola, era una tontería. Pero he aquí que mirando el Whatsapp me he acordado cuando, con apenas, nueve o diez años, le clavaba la aguja del compás a mi compañera del pupitre de delante. Ahora, nos vemos poco. La vida nos ha llevado por caminos diferentes pero lo que ella define, cuando lo recordamos, como una cabronada y propio de salvajes (que lo éramos), era además un síntoma de esa sociedad patriarcal de los años sesenta que nos embutía y que trataba a las mujeres como cualquier otro bien propiedad del hombre. Entonces las mujeres no podían tener bienes, ni cuentas corrientes, ni trabajar, ni tener pasaporte o salir al extranjero sin permiso del marido.
Con la muerte del dictador, creímos que aquello se había acabado y que la igualdad entre las personas era efectiva. Nos vendieron la burra de que la liberación de la mujer consistía en desnudarse en el cine, ponerse minifalda, hacer topless, fumar o tener los mismos derechos civiles que el hombre. Y compramos. Sin embargo, tras esa liviana gasa, seguía ocultándose una realidad bien distinta. La mujer trabajaba dos veces. Cuando llegaba de su trabajo por el que le pagaban, menos, mucho menos que a un hombre, tenían que hacer camas, fregar, limpiar, hacer comidas, bañar a los niños,… todo por nada y como obligación intrínseca por ser mujer. La mujer estudiaba pero no ejercía porque tenía la obligación de ser madre. La mujer trabajaba pero lo dejaba al casarse o al tener hijos porque alguien tenía que hacerse cargo de los niños. La mujer cuidaba de su padre, de su madre y de sus suegros porque eso son cosas que necesitan la sensibilidad femenina (¡Que jeta, le echábamos!) Vamos que más que liberada, seguía siendo la esclava de todo el mundo.
Así que tras esa aparente liberalización de la mujer, seguíamos conviviendo en una sociedad machista, egoísta y patriarcal. Parece evidente que, toda esa carga ejercida durante años de educación franquista, sigue siendo alimentada por sus herederos. Políticos, jueces, obispos, y una sociedad en la que, a los hombres, nunca nos ha interesado la liberación efectiva de la mujer por dos razones: pérdida de poder y porque es mucho más cómodo que otros se encarguen del trabajo “sucio”.
Durante años hemos estado mirando para otro lado cada vez que, desde el tabique de al lado, nos llegaban gritos, lloros y golpes. Durante años, nos hemos estado autoconvenciendo de que las cosas de pareja son íntimas y mejor no meterse en ellas. Una postura cómoda e individualista como lo es nuestra sociedad, en la que cada uno va a lo suyo y en la que ni siquiera damos los buenos días porque no nos interesa para nada congeniar con el vecino del cuarto. Durante años, hemos vivido en la seguridad de que no éramos machistas, y que echar exabruptos (piropos lo llaman algunos) a una “chica guapa” no es machismo sino muestra de masculinidad (nos engañábamos). No éramos machistas aunque pensáramos que nuestra jefa había llegado por encima de nosotros, no por su valía, sino porque se acostaba con el Jefe, y aunque no tuviéramos ninguna prueba, era evidente. Ninguna mujer se merecía más que nosotros. Durante años, nos hemos autoconvencido de que no somos machistas aunque hemos estado riéndonos de los chistes misóginos, de la vecina que está soltera por decisión propia, aunque nosotros insistimos en el “¡quién va a casarse con ella!” Durante años le hemos estado mirándole el culo y las tetas a nuestra compañera de mesa, porque para eso se pone esas ropas tan ajustadas y esos escotes y estábamos convencidos de que se vestía así para que la miráramos. Durante años no nos hemos considerado machistas aunque hayamos tenido claro que las mujeres son todas malas, muy malas, porque para eso son mujeres. Durante años, no nos hemos considerado machistas aunque muchas veces hayamos discutido con nuestras parejas por lo que considerábamos ropa inadecuada, un escote demasiado pronunciado o porque nos hayamos dado la vuelta al paso de una “chica de buen ver”. Durante años, nos hemos considerado igualitarios y feministas porque “ayudábamos en casa” aunque el peso de las tareas del hogar seguía recayendo en ellas.
Y todo esto pasa factura. Todo esto, es difícil de quitar de un plumazo y por decreto ley. Si además tenemos un gobierno de retrógrados, con una concepción social que aboga por la desigualdad, por el desamparo de los débiles y por cercenar cualquier inversión que pueda mejorar la calidad de vida de los más delicados, nos encontramos con que las mujeres no son prioritarias, negando que el feminicidio sea un problema. Problema al que, como a todo lo que no les interesa, le dan alguna visibilidad con normas que publicitan rimbombantemente y que sustituyen o duplican otras normas, pero a las que no se les asigna presupuesto alguno para su resolución y desde luego no se observa su cumplimiento.
Si a los jóvenes les empieza a gustar un tipo de música cuyas letras tratan como “normal” el acoso a las mujeres, además de enaltecer asquerosamente la violencia de género y de “normalizar” algo que creíamos superado, si tenemos una televisión hipócrita que mientras dice hacer campañas contra los males de esta sociedad dedica horas y horas de programación a exhibir todo tipo de estereotipos machistas, “Mujeres hombres y Viceversa”, “Gran Hermano”, “Sálvame”, “El Hormiguero”, “Corazón, corazón”, “La que se avecina”,… programas que gustan mucho a estos chavales y chavalas que no ven futuro y a los que se les muestra una falsa realidad de vivir sin esfuerzo y sin necesidad de estudiar, de vivir del famoseo, del más rancio estereotipo machista, si en esos mismos medios, para dar una noticia de que una mujer ha sido asesinada, se esfuerzan por mostrar eufemismos que tratan de exculpar al asesino machista, si para vender un coche es necesario asociar éste a la conquista de bellas mujeres y a su sumisión, o si para hacer ver que este mismo vehículo es duro hay que sacar “chicos malos” que gustan a las “chicas buenas”,… si en un juicio por violación, la propia juez te pregunta si has cerrado bien las piernas, si cuando denuncias una agresión, el policía de turno te pregunta si ibas excesivamente descocada, si cuando denuncias a tu marido por agresión te hacen ver que quizá tus “pocas ganas de sexo” tengan algo que ver, acabar con esta lacra de terror, con estas conductas misóginas o con esta cultura que sigue creyendo que la mujer es como una moto, o un coche, propiedad del individuo que se fija en ellas, se hace muy, muy difícil.
Si a todo esto le sumamos la escuela, dónde por ejemplo en los libros de texto de Primaria, cuando hablan de escritores del siglo XIX, se olvidan de Doña Emilia Pardo Bazán, escritora prolija de 42 novelas, 19 relatos cortos, 19 ensayos, 11 libros de viajes y 9 obras de teatro entre otros muchos y sin embargo, hablan de escritores mediocres como Juan Varela o de Leopoldo Alas cuyo único mérito es haber escrito La Regenta, educar contra el machismo se hace complicado.
El machismo es una lacra terrorista (875 mujeres asesinadas desde 2003 frente a las 829 personas asesinadas por ETA desde 1968). Se está asesinando a una mujer cada 80 horas. La obligación de hacer cumplir las leyes de igualdad es perentoria. Las de igualdad de salario, imprescindibles. Cuanto más independencia económica de la mujer, más posibilidades de que no acaben siendo víctimas del terrorismo machista. La asignatura de educación en la ciudadanía, en la igualdad efectiva de sexos y en la libertad individual, dentro de una sociedad común que se debe respeto, se hace sumamente conveniente. La dotación presupuestaria para proteger a las mujeres que están amenazadas es indispensable. La creación de lugares seguros para mujeres en peligro no sólo es necesario, sino acuciante. Y por supuesto, apartar de la sociedad por la vía legal pero sobre todo social de los maltratadores, es urgente e ineludible.
Ni una más, ni una menos. No al terrorismo machista.
Fuente: : http://diario16.com/feminicidios-terrorismo-machista/