Por Lidia Falcón.
Hace algunos años, en este mismo periódico, publiqué un artículo: Malos Tiempos para las Mujeres, título tomado de una espléndida película de medio siglo atrás. En él describía, entre otros muchos de toda índole, los problemas y sufrimientos que están viviendo hoy muchas madres y niños y niñas, con la implantación de este supuesto nuevo avance llamado custodia compartida. Tuve una respuesta inmediata y airada del escritor Isaac Rosa en otro artículo, para mi indescifrable, en el que me acusaba de calumniarle. Supongo que respondía a algún problema personal. Pero no sólo Rosa se sintió íntimamente ofendido porque criticara tal innovación legal, muchos otros señores saltan a la palestra cuando se plantea el tema a defender arriscadamente la medida que se considera hoy más avanzada, más moderna, más equitativa para la crianza y educación de los hijos e hijas de progenitores separados.
Tan continuada y eficaz ha sido la campaña orquestada por esos padres que esta nueva manera de organizar la vida de los y las menores no solo se ha convertido en norma legal, Cataluña ha sido la primera Comunidad en imponerla en su Derecho civil, sino que ha convencido a buena parte de la ciudadanía. Sobre todo a aquellas personas que no tienen que aplicarla en su vida cotidiana. Al fin y al cabo, se dice, ¿qué mejor para los niños y las niñas que se críen el mismo tiempo con el padre y la madre, aunque estén separados?
Esta argumentación parece simplemente de sentido común, ese que ahora se arguye tan a menudo. Lo que nunca se analizan son las causas que han llevado a que los progenitores vivan separados y en consecuencia los hijos y las hijas deban quedar bajo la custodia de uno u otra o alternativamente. Se da por supuesto de forma absolutamente irresponsable –si no machista- que no es necesario tener en cuenta lo sucedido en el seno de la pareja antes de la separación. Nadie atiende las estadísticas que nos cuentan los altísimos porcentajes de violencia y de abusos sexuales contra la mujer y las hijas y los hijos que existen en los procesos de divorcio. Se está repitiendo últimamente en las decisiones judiciales, que la violencia contra la madre no afecta a las y los menores. Al parecer debe de ser indiferente contemplar a los 5 o 7 o 10 años como tu padre está apaleando a tu madre. Pero en todo caso, no debería de ser aceptable que el progenitor que te maltrata o te viola sea quien ejerza la custodia ni aún en la mitad del tiempo.
Sin embargo, el nuevo ministro de Justicia quiere implantarla obligatoriamente en el Código Civil. Haciendo gala de un espíritu comprensivo y preocupado por la educación de las nuevas generaciones, este pasado miércoles afirmó en el Senado que la custodia compartida “no tiene por qué ser la regla general, pero tampoco una excepción”, como, según él, ocurre en la actualidad, ya que a su juicio, es el modelo “que garantiza el equilibrio en la formación de los hijos menores”. Cierto que hizo la excepción de que “en ningún caso” se permitirá para los condenados por violencia de género. Pero ese verbo “condenados” condena a los niños y a las niñas a la convivencia con el maltratador mientras no se alcance una sentencia firme en el proceso judicial. Teniendo en cuenta que el 55% de las denuncias se archivan sin más trámite y que del 45% restante los sumarios pueden tardar en instruirse dos años y otros más en la apelación, muchos menores pasarán su infancia en el infierno de ser apaleados, abusados y violados por el padre.
Situaciones que ya se están viviendo, porque no es cierto que según afirma el ministro la custodia compartida solo se admita en casos excepcionales. Dejando aparte aquellos en que existe acuerdo entre progenitores –suponiendo que éstos son inteligentes, bien educados y preocupados por el bienestar de sus hijos y de sus hijas- tanto padres maltratadores como jueces machistas la están imponiendo.
La Asociación Custodia en Positivo me ofrece un muestrario de casos en que se ha impuesto la custodia compartida a golpe de mazazo judicial y sin que haya acuerdo entre progenitores, cuyos horrores no tienen límite:
Se ha dictado mediando sentencias por violencia machista, es decir, se ha concedido a maltratadores. En la mayor parte de casos hay impagos de pensiones de alimentos por parte del padre. Es decir que los padres no han asumido la responsabilidad económica de cubrir las necesidades básicas de los hijos.
En otros se ha concedido tras estar el padre desaparecido durante años y se impone por la mera manifestación de un supuesto deseo repentino de ejercer de padre, que se queda en “intencional” y que rara vez se materializa. En estos casos es la nueva pareja del padre o los abuelos los que asumen el rol de la crianza.
En una familia el menor asiste a dos colegios distintos y no sólo por la falta de acuerdo entre los progenitores sino también por la distancia que separa a los dos domicilios, donde el niño tiene que ubicarse una semana sí y otra no.
En otro caso se ha concedido teniendo el padre acreditada una Gran Invalidez que le imposibilita totalmente para atender al menor.
En otro proceso una de las menores afectadas ha intentado suicidarse a pesar de que declaró repetidas veces, hasta la saciedad, que quería vivir con su madre, pero ninguno de los obligados a protegerla la escucharon. El juzgado ignora los deseos de la niña, que, además, como el padre no da su consentimiento no puede recibir ayuda psicológica.
Una originalidad más que se está implantando es la de que los padres estén obligados a compartir la vivienda. De tal modo una semana o un mes la habita la madre y otro el padre. Situación espléndida para que el maltratador se dedicara a destrozar los objetos personales de la madre (hasta llegó a hacer sus necesidades encima), en el tiempo en que disfrutaba del piso. De tal modo cada vez que la mujer tiene que entrar o salir de la vivienda, se ve obligada a hacer una mudanza total de sus enseres. Las comunicantes se han limitado a añadir: “Mejor no os contamos cómo están las hijas que están viviendo eso. O mejor sí. Se lo contaremos al Sr. Ministro de Justicia si tiene a bien recibirnos”.
Añaden que hay tres casos en Madrid, en que a niños con 7,8 y 9 meses respectivamente el juzgado ha impuesto la custodia
compartida por semanas y con pernocta. Las madres han sido obligadas a dejar de lactarles. Más de 20 madres han tenido que denunciar la actuación de los gabinetes psicosociales de los juzgados por falta de imparcialidad, informes inventados, incompletos o manipulados.
Los niños y las niñas sometidos a tales tratamientos padecen toda clase de perturbaciones psicológicas. Los síntomas más frecuentes, y que predominan en función de la edad, son orinarse en la cama cada noche, golpearse a sí mismos castigándose por sentirse culpables de la situación, se despiertan por la noche con pesadillas y no saben dónde están, su rendimiento escolar cae en picado, tienen problemas de concentración, comportamientos agresivos con las madres, sensación de abandono, síntomas depresivos…
Por ello, la Asociación escribe que “cada vez que nos llega un caso y tenemos que leer todo esto, se nos cae el alma. Tener que escuchar del señor ministro que la custodia compartida “garantiza el equilibrio en la formación de los hijos menores” es, “una humillación, especialmente para los niñas y las niñas que están sufriendo todas las consecuencias negativas día tras día y que van a tener secuelas de por vida por ver impedido su correcto desarrollo psicoafectivo. Lamentablemente escuchar al Ministro es como escuchar el discurso de la asociación de neomachistas de turno. Unas manifestaciones sesgadas, manipuladas y parciales que sólo buscan contentar los intereses de unos pocos. Y lo más grave, que dejan completamente desprotegido el bienestar de los hijos, que son los que más sufren en estas situaciones. Pero claro, los hijos no votan; sólo sufren las consecuencias de las barbaridades que se dictaminan en los juzgados. Para concluir no tengo más que transcribir sus palabras y poner la fecha.