Prostitución ‘halal’ en el islam (II): Misyar, el «matrimonio de visitas»

Ago 22, 2021 | General, Agresiones Sexuales, Feminismo, Justicia, Prostitución, Violencia

Nazanín Armanian

Inventado en la península arábiga preislámica, esta modalidad de prostituir a la mujer, previamente colocada en una situación de discriminación y pobreza, está teniendo tanto éxito entre los hombres usuarios que amenaza a reemplazar el matrimonio clásico y la familia «musulmana-sunnita». Aunque se traduce como «matrimonio de visitas», se trata de una relación meramente sexual en la que el hombre ofrece a la mujer el Mehr, una cantidad acordada, y una sola vez, en el matrimonio islámico (Nikah), que dependerá del valor de ella en el mercado (por su edad, belleza, estatus social, virginidad, etc.) para poder tener sexo con ella cuando quiera y durante el tiempo que él desee: días, semanas o años. Comparando con el Sigheh de los chiitas Misyar es una tapadera todavía mayor para el negocio masculino de la prostitución .

La fórmula, que antaño era utilizada por los hombres comerciantes que llegaban a un asentamiento en su ruta y se «casaban» con una mujer para que les cuidase mientras se quedaban en el lugar, con el islam fue reemplazada por la poliginia y la legitimidad de tener relaciones sexuales con las esclavas capturadas en las guerras de la expansión de la fe mohametana, llamadas concubinas.

Con el resurgimiento del islam político a finales de la Guerra Fría, las conquistas del feminismo y del laicismo en los países del islam fueron destruidas y en su lugar se restablecieron prácticas desconocidas para sus habitantes del siglo XX.

La dura persecución de las fuerzas del progreso en casi la totalidad de dicho espacio geográfico ha llevado a sus dirigentes de mentalidad reaccionaria recurrir a caducas recetas, que ya habían sido rechazadas por la propia sociedad debido a ser inadecuadas e impropias, al enfrentarse a los nuevos desafíos que presenta la sociedad capitalista.

¿Qué dicen los lideres sunnitas?

Los muftíes que se oponen a esta práctica equiparan Misyar con la fornicación, que no con el matrimonio abrahámico-islámico llamado Nikah, cuyo objetivo es que el hombre y la mujer creasen una asociación social-económica-sexual duradera, con sus requisitos coránicos, representando el orden político de esta religión. Pues, en Misyar:

– A la mujer no se le pide la autorización de su tutor (imprescindible, aunque ella fuese doctora en la física cuántica). Así, no enfrentarán a unos hombres (padres) con otros hombres (calientes).

– No hay testigos.

– El contrato no se registra. Por lo que se trata de una relación secreta, no pública.

El marido no paga Nafagheh (la pensión alimenticia) a la esposa para administrar el hogar y a cambio de los servicios que recibe de ella. Hay que recordar que el impago de este concepto otorga a la esposa el derecho de «huelga de sexo» e incluso solicitar el divorcio.

– El hombre convive con la esposa Misyar solo algunos días al año y no está obligado a tener una relación de equidad con sus esposas (requisito de poliginia coránica), lo cual puede conducir a una situación moralmente indeseable como sucedía en los harenes: que las esposas también se busquen la vida «allá fuera».

– Rompe el modelo de roles establecidos por Alá en el que el hombre, agraciado por el poder económico obtiene a cambio la obediencia de ella. Sin esta transacción el orden social se perturbaría.

La pareja vive por separado. El «marido» no sólo no ofrece una vivienda a la mujer en la que levantar la vida en común, sino que acude al domicilio de la «esposa» para tener relaciones. En el Nikah, la ausencia del hombre del hogar durante más de cuatro meses le otorga a la esposa el derecho de solicitar el divorcio (pues, al principio del islam, debido a escaseo de mujeres, no convenía a la comunidad dejar a los hombres sin esposa habiendo esposas abandonadas).

– Aunque no tiene una fecha de expiración, en Misyar las partes son conscientes de que se trata de una alianza temporal: no hay nada de «hasta que la muerte nos separe«.

Los religiosos defensores de Meysar, por su parte, alegan que el profeta Mahoma lo permitió para los hombres que iban a la guerra al estar alejados de sus esposas. Además, se trata de un «matrimonio», puesto que se le paga a la mujer el Mehr (que puede ser solo un volumen del Corán o una lujosa mansión). Y sobre el hecho de que no haya manutención de por medio argumentan que es porque ella misma renuncia voluntariamente a este derecho (¡debe estar loca o extremadamente desesperada para hacerlo, ofreciendo sexo a hombres que ni conoce!). Estos defensores recurren al versículo 30:21 del Corán que señala el motivo de la creación de la mujer para los hombres: «Y entre Sus Signos está esto, que Él creó para vosotros, esposas, de entre vosotros, para que encontréis reposo en ellas, y Él ha puesto entre vosotros el afecto y la misericordia«. Ahora, defina usted el término «esclava sexual». Arabia Saudí, que legalizó esta clase de sexplotación en 1996, ha liberado en este mundo a los clientes del Misyar del acoso de la policía moral, y en el otro de ser abrasados por el fuego del infierno.

La fórmula ha dado lugar a un turismo sexual masculino a países como Indonesia, Líbano o Egipto sin precedentes. Decenas de miles de mujeres sirias, sudanesas, o libias son traficadas a cambio de una miseria, sobre todo durante las festividades religiosas, para ser «esposas Misyar«. En las mezquitas se distribuyen folletos publicitando sus mercancías: «Mujeres decentes, con velo».

Las razones de los usuarios masculinos

«¿Si hay abundante leche barata en el mercado porque comprar una vaca?». Esa la frase que repiten los «maridos-clientes» de esta ingeniosa forma de denigrar a las mujeres. En su mayoría, se trata de hombres de negocios casados, que viajan por el trabajo sin su señora esposa, o jóvenes sin empleo y dinero: un estudiante universitario de El Cairo que está de «Erasmus» en Alejandría, puede tener una o varias «esposa Misyar» y disponer de alojamiento, comida, cariño y sexo casi gratis.

– No comprometerse de forma permanente con ninguna mujer, pero poder estar con varias, diversas, y además pagar una sola vez y tener derecho sobre sus cuerpos hasta que él desee: días, meses o años.

– La ilegalidad de buscar sexo fuera del matrimonio y los riesgos de recurrir a la prostitución convencional, por un lado, y la tranquilidad que otorga al hombre devoto creyendo ético la aberración que comete.

– Los desorbitados importes que las mujeres de las clases media y altas piden como Mehr para casarse.

Los elevados precios de la vivienda, junto con el desempleo que afecta a millones de jóvenes «musulmanes», tanto en sus países de origen como en los de acogida. Al contrario del Nikah, el «marido» no lleva a la esposa Misyar a casa, sino es él quien acude al domicilio de ella, que normalmente vive con su padre, madre e incluso sus hijos de otros matrimonios, quienes ven a un hombre que no es su padre intimar con su madre durante unas horas para luego desaparecer. ¡Si fuera una esposa «normal» él tendría que comprar o alquilar un piso, y si ella fuera una mujer prostituida convencional él debería pagar un hotel! ¡Esto es un chollo!

– La oposición de la primera esposa a la poliginia: no podrá tener cuatro mujeres oficiales de forma simultánea.

– El rechazo social hacia la poliginia, a pesar de los ayatolás y muftíes zombis resucitados en tiempos equivocados.

– Querer tener hijos sin pagarles la manutención, ni preocuparse por su crianza.

– No querer tener hijo, pero sí sexo con una mujer. Por lo que, si ella se queda embarazada, él no tendrá ninguna responsabilidad legal con los hijos.

– Matrimonios concertados y sin amor que pronto aburren a ambos, pero solo él tiene derecho a 1) romperlo, o 2) mantenerlo mientras va con otras mujeres.

– La disfuncionalidad de la familia convencional, que va paralelo a una falta de educación sexual, de conocer métodos de mantener viva la pasión, organizar noches románticas o viajes en pareja, etc.

– Vivir el sueño del hombre machista: disponer de esclavas sexuales sin derechos. Aunque su fiesta termina cuando ella se queda embarazada: su secreto será público y su vida familia se convierte en un infierno.

No hace falta recordar que ninguno de esos hombres quiere que su hija, hermana o madre practique este intercambio.

Por cierto, los hombres «yihadistas» utilizan esta fórmula en el Jihad Al-Nikah.

Razones de las «esposas Misyar«

– A un número reducido pero cada vez mayor de mujeres que no desean estar casadas de forma permanente, se unen el aumento espectacular de mujeres que han quedado fuera del mercado del deseo, entre ellas las supervivientes de las guerras, las divorciadas y las viudas que no esperan que un hombre se interese por ellas para formar familia.

Son «mercancías» devaluadas en un mercado de sexo donde abundan niñas vírgenes cuyos padres están desesperados por entregarles a un hombre a cambio de unos billetes grandes o simplemente para darles un cobijo y un plato de comida para que no se mueran de hambre. En Egipto, el 40% de los matrimonios termina en divorcio en los primeros cinco años (2019); ellas se separan a causa de la violencia machista, los problemas sexuales originados por la ablación, el matrimonio infantil y la poliginia. A pesar de la amarga experiencia, el estigma de no pertenecer a un hombre las obliga a entrar en este tipo de uniones para moverse en la sociedad. En algunos lugares, como restaurantes, eventos culturales, por ejemplo, no permiten la entrada de mujeres solas. ¡Es increíble: unos hombres legislan que las mujeres pueden disfrutar de la cultura a condición de que permitan ser violadas por un hombre!

– Otros perfiles de mujer usuario de Misyar son las hijas más pequeñas de la familia, que según la tradición, no deben casarse sino permanecer en el hogar familiar para cuidar a los ancianos padres y madres; también están las mujeres con alguna discapacidad que se «casan» unas horas de algunos días del año para tener un contacto físico con un extraño, y no ser tachadas de «amargadas solteronas».

– Aunque pocas, hay mujeres hábiles que con la misma mentalidad patriarcal que menosprecian, utilizan el invento para ir casándose con hombres ricos para acumular fortuna.

Si el «esposo-cliente» es un maltratador o padece costumbres raros y repugnantes, aprendidos en las películas porno, ella no puede liberarse de él (al igual que en el Nikah, sólo el esposo o un tribunal tiene derecho a romper el matrimonio), y si lo consigue, debe esperar cuatro meses y 10 días que manda la Sharia para descartar un embarazo, mientras él puede salir de esta relación y empezar otra o tener infinitas de forma simultánea.

El estrés que sufren por el temor a un embarazo o no saber cuándo él las va a abandonar es compartido por todos los perfiles de mujeres Misyar.

Expandir el negocio

Decenas de agencias de contacto digitalizadas se encargan de poner en contacto al cliente saudí (que ya ha rellenado una solicitud con las características de mujer que desea) previo pago de unos 1000 euros con una de las candidatas de ser esclava sexual en Indonesia, Gaza, Líbano o Reino Unido, por cuatro calderillas

Desde las petromonarquías árabes del Golfo Pérsico, los hombres compran Esposas de Visita «on-line»:  la pobreza tiene rostro femenino en todo el mundo. En Palestina, las divorciadas o viudas se conforman con un «marido» qatarí o saudí, unos días al año, por salir de la maldita lista de «mujeres no deseadas». Además, tener un esposo, aunque sea un fantasma, les permite salir del yugo de los varones de la familia. A veces, el roce hace cariño y el marido mantiene a la esposa para las próximas vacaciones y le envía algo de dinero.

Masyar, que es más prostitución que el Sigheh (submatrimonio), es una propuesta machista diseñada por hombres prehistóricos que pretenden ampliar sus derechos a costa de la vida y la dignidad de las mujeres, en medio del fracaso de la familia tradicional.

Enlace al Artículo original: https://blogs.publico.es/puntoyseguido/7267/prostitucion-halal-en-el-islam-ii-misyar-el-matrimonio-de-visitas

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