Por todas las Nevenkas: así no se hace política

Mar 11, 2013 | General

No, no es el caso Nevenka. Nevenka nunca concedió una entrevista, ni habló de “su” caso. Sufrió acoso, lo denunció, dimitió de su cargo, se exilió de su ciudad, Ponferrada, de su país y ganó el juicio. Es el caso de Ismael Álvarez, acosador sexual condenado que nunca abandonó Ponferrada, -por donde se paseaba ufano recibiendo palmaditas de reconocimiento en la espalda-, ni la política, ni el espacio público, ni los medios de comunicación.
Hasta eso, hasta el nombre con el que se conoció el “caso Nevenka” es una peculiaridad. Los casos judiciales que tienen trascendencia social y mediática, suelen conocerse por el nombre del delincuente o por los hechos que se cometen. En muy pocas ocasiones, con el nombre de la víctima. Éste bien podría haberse conocido como el “caso Ismael” o el “caso del alcalde de Ponferrada”. El nombre de referencia en este caso fue el de la víctima, que se vio sometida a una exposición tal que, como se hizo constar en la sentencia, en la fecha en la que ésta se dictó, ya vivía fuera de España.
El caso Ismael fue paradigmático en su momento. Supuso un punto de inflexión social ante el acoso sexual, una conducta que hasta entonces, merecía, en el mejor de los casos, un reproche en determinados sectores de la sociedad y la mofa, el escarnio de la víctima y el aplauso del acosador, en otros. De hecho, el delito de acoso sexual, entra por primera vez en el Código Penal español en 1995 y la sentencia que condena a Ismael Álvarez fue dictada en enero de 2002.
Todo comenzó en abril de 1999 cuando Ismael Álvarez, licenciado en Derecho, Procurador en las Cortes de Castilla y León y alcalde del Ayuntamiento de Ponferrada por el PP propone a Nevenka Fernández, licenciada en económicas, que trabajaba en Madrid aunque era oriunda de Ponferrada que se integre en la lista electoral del PP en función de su perfil de mujer joven y con estudios superiores. La entrevista había sido preparada por el teniente alcalde del Ayuntamiento, Carlos López Riesco, amigo de la familia de Nevenka y del alcalde.
A partir de ahí, todo va sobre ruedas, Nevenka va en las listas como número tres tras el alcalde y el teniente de alcalde, ganan las elecciones y el 3 de agosto de 1999 toma posesión de su cargo como concejala de Hacienda y Comercio. El alcalde se queda viudo y Nevenka e Ismael mantienen una relación sentimental que ella rompe. Una ruptura que él no acepta y comienza el acoso que se hace en público y en privado, llegando el alcalde a recriminar públicamente, en mayo de 2002, a la concejala de Hacienda no llevar bien preparada la sesión que concluyó tirando Ismael los papeles al suelo diciendo “esto es una mierda”.
Nevenka apenas estuvo un año en el cargo. Tomó posesión en agosto de 1999 y en septiembre de 2000 presentó una baja por enfermedad. En marzo de 2001, convocó una rueda de prensa en la que anunció su dimisión y la presentación de la querella. Oficialmente, en mayo de 2001 presentó su dimisión.
El caso tenía todas las características para haber sido “uno más”: pareja que inicia una relación libremente, 24 años de diferencia, él alcalde experimentado, ella, una concejala joven y guapa a la que él había nombrado para el cargo, una ciudad pequeña, una relación que se rompe y una presión de él que consigue quebrarla a ella. Todo dentro de un partido conservador.
No fue “un caso más” por la valentía de la víctima, por la coherencia de sus actos, por romper el pacto de silencio masculino en los ámbitos de poder político y jerarquícos de los partidos y, especialmente, en un espacio tan conservador. Le paró los pies al acosador, lo hizo público, lo denunció ante la justicia y ganó. Tampoco fue un caso más porque Juan José Millás, un periodista reconocido sin ninguna relación con la ciudad, ni con los protagonistas ni con los hechos, lo denunció en un libro que publicó al año siguiente donde dejó clara su postura desde el título: “Hay algo que no es como me dicen. El caso de Nevenka Fernández contra la realidad”. Porque la realidad, hasta entonces, era que la víctima se callase, sufriera en silencio, fuese humillada en su ciudad y ante la opinión pública y el acosador fuese aplaudido como un héroe. Así, Millás relata en la presentación de su libro:
Casi todos los medios cargaban el acento en la singularidad de que hubiera sido una perfecta desconocida para sus vecinos hasta que en las elecciones municipales de 1999 había aparecido nada menos que como número tres en las listas del PP. Ni siquiera había hecho campaña, pues durante las fechas previas a las elecciones estaba terminando un máster de auditoría en la consultora Arthur Andersen. Tenía entonces 24 años, de los que los siete u ocho últimos había residido en Madrid, donde estu dió, además del COU, la carrera de empresariales en el CEU. Jamás antes había tenido relación con la política, por lo que su inclusión en las listas del PP, y en ese puesto tan alto, era bastante inexplicable. Dada, por otra parte, la fama de mujeriego del alcalde, se dijo enseguida que se acostaba con ella (lo que se haría verdad al poco tiempo), pero muchos especularon también con las conexiones entre el mundo empresarial y el político: el padre de Nevenka era un importante pizarrero de la región que había ocupado puestos directivos en distintas asociaciones empresariales. Se sabía que él había metido en política a Carlos López Riesco, que era el teniente de alcalde y hombre de confianza de Ismael Álvarez a todos los efectos. De hecho, al dimitir éste como resultado de la sentencia condenatoria, López Riesco ocuparía su puesto pronunciando una frase terrorífica –“seguiré el programa de Álvarez como un catecismo”–, que da una idea de las relaciones de sumisión imperantes en ese Ayuntamiento.
De hecho, cuando Ismael Álvarez perdió el juicio y se vio obligado a dimitir, Ana Botella alabó la actitud “impecable” del acosador sin tener en cambio una sola palabra de solidaridad hacia la víctima
Pero la realidad se quebró y se convirtió en un caso paradigmático. Ahora, 11 años después, y sin haber hecho nada la víctima por ello, su valentía vuelve a convertirse en un paradigma de la utilización de las mujeres por los partidos políticos, de una forma intolerable de hacer política.

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