Por Lidia Falcón.
En Nueva York sigo atentamente la arriscada batalla que están sosteniendo los candidatos a la Presidencia del país. Por los republicanos se enfrentan a Hillary Clinton los personajes más reaccionarios que puedan imaginarse en España, aún siendo este país patrimonio del esperpento. La última acusación de Trump es la de que su único mérito es ser una mujer, porque ella hace gala de tal condición. Y es cierto que los problemas que viven las mujeres han entrado en los temas de la campaña, porque todos los candidatos saben que constituyen la mitad de la población, y que obtuvieron el voto tras arduas luchas durante setenta años, que constituyeron la épica feminista más célebre del planeta.
En España, no. Durante estos últimos 4 meses, en España se está dilucidando qué partido político ejercerá finalmente el gobierno de nuestro país. Desde el 20 de diciembre todos los dirigentes de las formaciones que se disputan el poder nos han agobiado con sus denuncias y propuestas para resolver los graves problemas que nos atenazan, sin parar mientes nunca en los específicos de las mujeres.
Resulta altamente desmoralizador observar que ni siquiera la violencia que masacra a las mujeres cotidianamente tiene un papel protagonista en los desvelos de los candidatos a la presidencia de gobierno. Entendemos que el PSOE se ha desmemoriado desde el momento en que ha contraído matrimonio morganático con Ciudadanos, que niega la especificidad de la violencia machista. Pero no son solo ellos, que bien difícil es que los demás recuerden el número de víctimas que atesoramos cada año, cada mes, cada semana. Y no hablemos de Compromís (no sé con quién se han comprometido porque no es desde luego con las mujeres), que defiende la custodia compartida impuesta, cuya atribución por parte de los jueces está causando numerosas víctimas entre los niños y las madres.
Si los ilustres dirigentes políticos, esos que se autotitulan de izquierdas, del cambio, del compromiso, denuncian el desempleo que azota nuestro país con patéticos gestos, se olvidan de que hay un millón más de mujeres en paro que hombres. Si tratan de los desahucios, ni siquiera cuentan que la mayoría de las víctimas son familias monomarentales, dirigidas por mujeres que arrastran consigo, como una condena, la responsabilidad de la supervivencia de hijos y de padres. Si denuncian con acentos apocalípticos las políticas neoliberales de la derecha, jamás mencionan que a quienes más afectan es a las mujeres, que perciben el 30% de media de salario de los hombres, que han perdido promoción profesional y cuyas perspectivas de obtener puestos de decisión son escasísimas. El acoso laboral, el acoso sexual, la propaganda machista, la escuela patriarcal que forma muchachos maltratadores no son temas que merezcan la atención de los insignes varones que nos van a gobernar.
Ante la celebración de esa infame feria de “vientres de alquiler” que oferta mujeres para ser inseminadas como si fuesen vacas, que se va a celebrar en Madrid próximamente, ninguno de los partidos políticos de progreso, de cambio, de izquierdas, etc. se ha pronunciado. Frente a la ignominia de nuestro tiempo de que se prostituyan cientos de miles de mujeres sin que exista sanción penal ni indignación social alguna, los que han de transformar el país para mejorarlo, se hacen los desentendidos, obviando reclamar la abolición, cuando no, como el de Ciudadanos, que defiende su legalización. Ante el drama de Susana Guerrero, que está obligada a entregar a su hija menor a un padre maltratador y abusador sexual, por orden judicial, ni una palabra por parte de presidentes de partido, diputados, senadores, concejales, presidentes de comunidades, escritores, politólogos y tertulianos que tratan de todo, como sabios que son, menos de la situación de explotación, opresión, acoso, violencia, humillación, marginación económica que sufren las mujeres en nuestro país.
En ninguno de los aspectos de la vida profesional, política, artística, económica, las mujeres tienen visibilidad. Se han concedido últimamente diversos premios institucionales y privados, por la labor artística y profesional, por la defensa de los derechos humanos, por la lucha contra la dictadura y la reivindicación de la memoria histórica, y siempre son hombres los beneficiados.
Las mujeres que lucharon en la guerra, en la posguerra, en las guerrillas, en la resistencia, contra la dictadura, no tienen nombre ni protagonismo en las sucesivas convocatorias que las organizaciones que reivindican la memoria histórica están celebrando. Ni siquiera en la boca de las mujeres que trabajan en ellas, porque como quiere la cultura patriarcal las mujeres admiran más a los hombres que a sus compañeras.
Ante la próxima convocatoria electoral, las feministas nos encontramos nuevamente en la marginación. En los encuentros, públicos y secretos, las reuniones, las declaraciones para los medios, las ruedas de prensa, que los dirigentes políticos de variadas formaciones están celebrando, las feministas no tenemos lugar alguno. Con condescendencia paternalista, algunas formaciones de izquierda nos sugieren que nos presentemos en las asambleas para postularnos a alguno de los puestos de las listas, pero para nadie es un secreto que los primeros, con posibilidad de elección, se los han repartido entre los dirigentes masculinos, cuya inamovilidad es evidente. Y peor aún, las mujeres de esas formaciones no son capaces de crear un lobby de solidaridad feminista que se enfrente a la pétrea cúpula dirigente. Sometidas a la disciplina partidaria, admirativas de sus líderes, constantes en la defensa de los partidos a los que pertenecen, las militantes de la izquierda se muestran siempre timoratas cuando de hacer verdadera presión frente a la inmovilidad de las añejas consignas de los dirigentes se trata.
Cierto es que el Partido Feminista ha influido determinantemente en la elaboración del programa de Unidad Popular, que Izquierda Unida había también aprobado, y espero que nadie pretenda cambiarlo ante la próxima convocatoria electoral, pero no se ven en las listas que se están preparando las voces feministas que tienen que defenderlo.
Ciertamente en España ningún opositor de derechas puede acusar a los candidatos de izquierda de utilizar el tema de las mujeres como truco para ganar votos, porque no lo hacen, y aún menos de hacer gala de ser mujeres, porque no hay ninguna candidata.
En verdad os digo que ni esta nueva campaña electoral ni el triunfo de quien sea según los resultados va a traer ninguna novedad a las mujeres. Y ciertamente el futuro será feminista o no será, por lo que es evidente que no tenemos futuro.
Por Lidia Falcón.
Publicado en: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/04/29/nuevas-elecciones-pero-la-misma-marginacion-para-las-feministas/