Que no nos confundan, la igualdad no puede existir mientras un sexo pague por usar/abusar del otro sexo
Por: Silvia Cuevas-Morales
Escribo esto para no estallar, para calmar la angustia que siento tras asistir a uno de los muchos debates sobre la prostitución que, afortunadamente, se están dando en nuestra sociedad. Como extranjera, como feminista y como mujer de izquierdas me parece inconcebible que una mujer, que se autodenomina feminista, abogue por los derechos de los hombres para abusar del cuerpo de las mujeres. Que cuestione y afirme que las estadísticas que dicen que entre el 90 y el 98% de las mujeres extranjeras obligadas a prostituirse en este país son falsas. Que mantenga que como feministas que luchamos por la liberación sexual debemos respetar a aquellas mujeres que deciden vender su cuerpo. ¿Es eso libertad sexual? Que afirme que el 85% de las mujeres en prostitución lo hace voluntariamente cuando día tras día leemos las terribles historias de mujeres que son traficadas como ganado. Que declare que no todos los clientes son malos y, para colmo de los colmos, que la práctica de la prostitución no se trata solamente de la sexualidad masculina. Que reitere que no se trata sólo de mujeres ya que también hay hombres que se prostituyen… ¿Acaso se olvida de quienes son los clientes, los que pagan por tener sexo? ¿Qué corriente del feminismo es esa? Desde luego la corriente que le hace el juego al patriarcado.
Como liberación sexual de las mujeres
Ya estoy harta de escuchar declaraciones del tipo «la prostitución es una práctica de liberación sexual de las mujeres frente a las ideas moralistas que han oprimido a las mujeres durante siglos». ¿Cómo puede realizar tal afirmación una feminista? Cuando el feminismo ha analizado durante décadas el control patriarcal del cuerpo de las mujeres, ha luchado para que dejemos de ser meros objetos sexuales al servicio del hombre. Para mí y para muchas de nosotras, está clarísimo que la prostitución es un soporte de control patriarcal y que ejerce efectos de suma negatividad no sólo sobre las mujeres y niñas que han sido forzadas a prostituirse, sino sobre todos y todas. La prostitución consolida aquellas ideas machistas que nos atribuyen como función primordial la de rendir servicios sexuales a los hombres. En una sociedad que lucha por la igualdad, ¿cómo podemos consentir que un sexo vea como mero objeto de consumo al otro sexo? ¿Cómo podemos defender que los hombres son meros clientes?, porque no nos engañemos, los que más se benefician, son los hombres que compran y venden y explotan a las mujeres prostituyéndolas.
Como feministas hemos luchado para que se retiren anuncios que claramente ponen a la mujer en situación de vulnerabilidad y subordinación ante el hombre, anuncios que cosifican a las mujeres y las presentan como meros objetos sexuales, y ¿vamos a estar de acuerdo en que las mujeres vendan su cuerpo? ¿No es esto cosificarlas al máximo grado?
Estoy harta de oír declaraciones como las de la portavoz del colectivo Hetaira que mantiene y cito textualmente: «no creo que las feministas tengamos que ser las garantes de la moral pública, estableciendo lo que es políticamente correcto en el campo de las relaciones sexuales entre mujeres y hombres. Para mí, las relaciones sexuales deben regirse por los mismo valores que el resto de las relaciones humanas: respeto, libertad, solidaridad… el que sean comerciales o no sólo incumbe a quienes lo practican…» (1) Perdón, pero ¿cómo podemos hablar de respeto, libertad y solidaridad en la prostitución? ¿Qué respeto y solidaridad siente un hombre cuando exige penetrar a una mujer en todos los orificios que se le antoje porque al final ha pagado por ello? ¿Qué libertad tiene esa mujer de decir NO, sin correr el riesgo de que la insulten o le peguen? ¿De qué libertad hablamos cuando se sabe que hay cientos de mujeres encerradas en pisos y en burdeles de los cuales jamás pueden salir? Vamos, como feministas no nos interesa ser las garantes de la moral pública, pero sí las defensoras de cualquier mujer en estado de subordinación y explotación.
Se habla mucho de libertades, de que las mujeres deben poder ser libres de elegir lo que hacen con su cuerpo. Estupendo, vendámonos por trocitos también, como soy pobre pues vendo mi riñón al mejor postor. O como soy una inmigrante y he quedado embarazada y no me alcanza el sueldo pues vendo al bebé que llevo dentro para poder alimentar a los otros dos que tengo. Que no nos confundan, nadie vendería un riñón ni a su hijo a no ser que sufriera una máxima pobreza y no viera otra alternativa. Lo que lleva a una mujer a prostituirse tiene sus raíces, casi en su totalidad, en el desequilibrio social y económico. ¿Acaso no es evidente que los proxenetas y traficantes de mujeres y menores se abastecen en los países más pobres? En países donde se ha logrado mayor igualdad entre los sexos, y donde las mujeres gozan de un mejor estatus, tanto educacional como económico, se encuentran menos vulnerables a ser captadas por redes de traficantes de personas. ¿Por qué será que la gran mayoría de las prostitutas provienen de países del tercer mundo: Filipinas, Tailandia, Brasil, Nigeria, Rumania, etc. ¿Cuántas suecas, norteamericanas, australianas, noruegas, finlandesas engrosan las filas de Hetaira?
Aunque la representante del colectivo Hetaira mantenga que la mayoría de las mujeres inmigrantes en la prostitución sabe muy bien a que viene, como extranjera me opongo radicalmente a esa afirmación. Durante años he estado recogiendo información sobre el tema y son muchas las mujeres que han sido engañadas y forzadas a prostituirse. Cada año podemos leer en las noticias las redes que han sido desmanteladas por la Guardia Civil, sabemos muy bien que siempre las traen bajos falsas promesa de trabajo, adelantándoles el dinero para su pasaje y una vez llegadas a su destino se ven obligadas a prostituirse para pagar una deuda que aumenta cada día. Porque no sólo deben pagar el pasaje y su visado, por falso que éste sea, sino que también deben pagar su comida y su alojamiento. Cuántas veces hemos leído las noticias de que desarticulan alguna red que mantiene encerradas a sus víctimas en pisos de Parla, Móstoles o Alcorcón, y que sólo les permiten salir (vigiladas) para ir a vender su cuerpo a la Casa de Campo. ¿Si estas mujeres están secuestradas por sus proxenetas, de qué libertad estamos hablando? ¿Son estas las mujeres que se acercan a Hetaira y declaran que se prostituyen porque que quieren?
El «cliente»
Ante mi estupefacción, Hetaira defiende no sólo el derecho de las mujeres prostitutas a vender su cuerpo sino el de los «clientes»a comprarlos. Está claro que son los hombres los que compran sexo y no viceversa, aunque se hable de que también hay mujeres que compran sexo… jamás se han dado cifras. Es más, lo único que faltaría es que como feministas confundiéramos nuestra lucha por la igualdad de derechos y quisiéramos igualarnos a los hombres convirtiéndonos en compradoras de sexo. En un país tan avanzado como Suecia, se ha detectado que uno de cada ocho hombres ha comprado servicios sexuales (2) y otro estudio de 2002 realizado en Estocolmo, resalta que por lo menos el 10% de los jóvenes entre 16 y 25 años ha pagado alguna vez por acceder a servicios sexuales. Si este es el índice en Suecia, me imagino los índices de consumo en España ¿Cómo puede una feminista defender que los hombres tengan el derecho a comprar el cuerpo de una mujer o de una niña?
Si los clientes son tan amorosos, tan respetuosos, si son pobres hombres solitarios que sólo buscan afecto y un rato de compañía porque son viudos o porque sus esposas no les satisfacen, ¿cómo se explican las prácticas abusivas, la negación a usar condones en muchos casos y la brutalidad que a veces ejercen? Como bien dice Charo Carracedo, «ellos no van de trabajadoras sexuales», ellos simplemente van de putas ¿qué significa ir de putas?» (3). Es evidente que al pagar el hombre está en una postura de poder y la mujer en una postura de sumisión, el que paga no siente respeto por la mujer cuyo cuerpo utiliza a su antojo. Y ni siquiera podemos hablar de cuerpo, sino meramente de genitales. Desde luego que no podemos hablar de una relación de igualdad.
Los hombres desprecian a las mujeres prostituidas y que levante la mano la mujer a quien jamás la hayan llamado puta para ofenderla. ¿Acaso es fortuito que el primer insulto que a un hombre se le viene a la cabeza para insultar a una mujer sea puta, zorra, etc.?
Paternalismo o defensa
Otro argumento que se lanza a menudo es el de que las abolicionistas pecan de paternalismo al infantilizar a las mujeres prostituidas y que no hablan en su nombre. Que quede claro que dentro de la plataforma por la abolición hay asociaciones que trabajan directamente con mujeres que han sido prostituidas: Apram, Médicos del Mundo, el Proyecto Encuentro de Almería y la asociación valenciana de Mujeres de la noche Buscando el Día, entre otros. No dudo que Hetaira represente a un colectivo, minoritario, que sí quiere ejercer la prostitución, pero me pregunto ¿cuántas son realmente? En términos estadísticos, ¿cuál es porcentaje que representan de todas las mujeres en prostitución? Tampoco olvidemos que existen muchos testimonios de mujeres que han sido prostituidas y que definitivamente admiten haber sido forzadas a ejercer «ese oficio». Sin ir más lejos la fundadora de AFESIP, Premio Príncipe de Asturias, Somaly Man (4) o la sueca Louise Eek.
A las abolicionistas se nos acusa de no defender los derechos de las prostitutas y de que no se trata de una cuestión de dignidad. Se equivocan, como mujeres, defendemos nuestra dignidad y por supuesto incluimos la dignidad de las prostitutas como mujeres. No estamos en contra de ellas, ellas son como nosotras. Las que quieren que se regule la prostitución suelen decir que hablan en nombre de las prostitutas, pero ¿acaso no hablan como si fueran diferentes? ¿Ellas se prostituirían? ¿Querrían que sus hijas, madres, hermanas se prostituyeran?
Como bien dice Sheila Jeffreys, académica inglesa radicada en Australia y miembro de la Coalición en contra del trafico de mujeres (CATW): «las mujeres prostitutas no son otro tipo de mujeres que puedan soportar las manos y los penes no deseados en o sobre sus cuerpos más fácilmente que otras. Es cierto que muchas han experimentado previas violencias sexuales en su infancia o vida adulta de manera que la violencia de la prostitución puede parecer menos severa que otras formas de violencia que ya hayan sufrido. Pero las mujeres prostituidas odian la violencia diaria de la prostitución como lo odia cualquier otra mujer. Aquellos que aceptan la prostitución como una ocupación legítima están aceptando que ciertas mujeres pueden ser puestas aparte como objetos de acoso de lo que exactamente las otras, las no prostituidas intentan librarse en sus trabajos y en sus vidas» (5)
Un trabajo como cualquier otro
El colectivo Hetaira no duda en reivindicar que la prostitución sea aceptada como un trabajo legítimo para las mujeres, un trabajo como cualquier otro en el que una persona paga por los servicios de otra. Las y los (y me temo que hay muchos más «los») que defienden la prostitución como una libre opción, con demasiada frecuencia adornan la actividad de «glamour» y como un simple trato comercial. Garaizabal mantiene que «es un trabajo como cualquier otro, igual que ella cobra a un cliente como psicóloga, una prostituta cobra por sus servicios como prostituta» (6). ¿Acaso es mentira todo lo que se publica sobre las palizas, abusos, violaciones, trasmisión de enfermedades venéreas, vejaciones, secuestros e incluso asesinatos de prostitutas? ¿Acaso como psicóloga aceptaría que un paciente con un trastorno psíquico grave la abofeteara y la humillara porque al final le paga por una consulta? El hecho de que se abuse de una mujer porque ha habido un intercambio de dinero no mitiga de ningún modo los daños físicos ni psicológicos que sufre la mujer que es el objeto, que es la mercancía, en manos de un hombre que claramente está en una situación de poder. Poder que le otorga el haber pagado. Que no nos confundan la prostitución no es un trabajo como cualquier otro.
Supongo que el grupo de mujeres prostituidas que Hetaira representa, es un grupo único, quieren ser prostitutas, pero me pregunto ¿qué las ha llevado a esa opción? ¿Acaso la prostitución ha sido su primera opción? ¿Cómo podemos explicar que la mayoría de los estudios que se han realizado con mujeres en prostitución demuestran que la gran mayoría quiere abandonarla? (7). No sé cual será la historia de las socias de Hetaira pero se ha escrito muchísimo sobre las razones por las que muchas mujeres acaban en la prostitución. Aparte de la pobreza, hay estudios basados en las historias personales de mujeres y niñas que demuestran que entre el 65% y el 90% de las mujeres prostituidas han sido víctimas de abusos sexuales en la infancia. (8)
Está claro que las abolicionistas no queremos hablar en nombre de las mujeres que se prostituyen porque «quieren», pero sí tenemos el derecho a hablar en nombre de ese otro 90-98% de mujeres que no pueden hablar, que no pueden denunciar. Aquellas inmigrantes sin papeles que permanecen encerradas tras barrotes en los burdeles de carretera. Como mujeres emigrantes nos merecemos más que ser vendidas como ganado, ¿o acaso las extranjeras no tenemos la misma sensibilidad que las autóctonas? La prostitución no sólo es una práctica machista es también racista. A las mujeres se las vende por su apariencia basada en los estereotipos raciales y étnicos. Sólo basta con echarle una mirada a cualquier periódico y ver como se anuncian: chinas, latinas, mulatas, etc. ¿Es éste el nuevo cupo por el que debemos entrar a la madre patria?
Regularización versus abolición
Las personas que defienden que se regularice el ejercicio de la prostitución a menudo dicen que mejoraría las condiciones de las mujeres prostituidas, que habría más controles y que evitarían muchos abusos. ¿Acaso eso significaría que los mafiosos del sexo dejarían de traficar con mujeres y abandonarían España? ¿No tendría el efecto inverso? ¿Acaso España se quiere convertir en el prostíbulo de Europa? ¿Los «clientes» se volverían más amables y no practicarían formas de sexo abusivo? Según varios estudios, el regularizar la prostitución solo conduce al incremento de esta práctica. Aunque algunos sindicatos crean que así engrosarían sus filas, la realidad es muy distinta. Las propias mujeres no querrán estar inscritas en un registro como prostitutas. Tal vez ese pequeño porcentaje que representa Hetaira sí, pero la gran mayoría no.
Como afirma Sheila Jeffreys «Cuando la prostitución se legaliza o despenaliza, se crea la cultura de la prostitución la cual tiene efectos dañinos, no sólo sobre las mujeres prostituidas, sino sobre todas las mujeres que viven en esa cultura» (9).
En Australia la prostitución en burdeles es legal en la mayoría de sus Estados. Entre los argumentos que se esgrimieron para apoyar su legalización figuraban que: a) controlaría la industria de los salones ilegales de masaje, b) Prevendría la expansión de la industria del sexo, c) acabaría con al prostitución callejera, y d) que sería más seguro para las mujeres ya que disminuiría las violaciones y los asesinatos. Según fuentes policiales, sólo en el Estado de Victoria existen unos 400 burdeles ilegales. Los traficantes siguen abasteciendo a los burdeles, legales e ilegales. Como comerciantes que son no van a desperdiciar las oportunidades de traficar a mujeres en un país que legaliza la compra de los cuerpos de las mujeres… También se pensó que acabaría con la prostitución callejera, pero no ha sido así, al contrario, ha aumentado.
El negocio del sexo
En una época de consumo desaforado y en que muchas personas se llenan la boca con los efectos positivos de la globalización, no debemos confundirnos. El negocio del sexo se ha convertido en un fenómeno global, al igual que el tráfico de drogas o de armas. ¿Por qué algunos se oponen al tráfico de armas y de las drogas y no al tráfico de mujeres? Como tan acertadamente lo expresa Elvira Siurana del Partido Feminista:
«En el momento que la izquierda lucha en el mundo contra la globalización del capital, y se opone al reinado absoluto del libre comercio ¿vamos a defender que prosiga el comercio de seres humanos? ¿O alguien sigue pensando que las mujeres no son exactamente seres humanos? El cliente que compra un servicio sexual ¿ve a la servidora sexual como su igual? ¿Acaso las mismas palabras «servicio» sexual, o «servidora» no nos remiten a un mundo medieval de siervos y amos? Demasiadas veces la izquierda ha errado sus posturas en lo concerniente a las mujeres. El feminismo era un fenómeno burgués. A las mujeres no debía dejárseles votar porque lo harían mal. Ahora algunos sindicatos obreros, están otra vez eligiendo la opción equivocada al pedir la legalización de la prostitución» (10).
También resulta sorprendente que las y los que abogan por la regularización de la prostitución expresen que están en contra del tráfico. ¿Acaso no son la misma cara de la misma moneda? Según los datos de la Oficina Internacional de Migraciones, 500.000 mujeres entran cada año en la Unión Europea a través de redes de tráfico de personas con fines de explotación sexual (11). Según la Ong Refugee International, cada año se trafican entre 600.000 a 800.000 personas, en su mayoría mujeres y niños. Como lo denuncia Joan Cantanero en su libro Los amos de la prostitución (Ediciones B), en España hay unas 400.000 mujeres prostituidas y sólo en España se mueven 18.000 millones de euros anuales. ¿Acaso todos estos miles de mujeres y niños se ofrecen voluntariamente a ser traficados? O las prostitutas son todas ricas, o, alguien se está lucrando con estos beneficios… ¿Acaso no resulta sorprendente, que sea justo en este «negocio» que los «generosos» empresarios como los que representa ANELA (Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne) defiendan los derechos de «sus empleadas» por el bien de ellas? ¿Desde cuándo los patronos luchan por los derechos de sus trabajadores?
Como decía al comienzo, como feminista, como extranjera y desde luego con un corazón de izquierdas, no logro entender cómo algunas y algunos pueden defender que una mujer tenga que venderse a un hombre. El dinero no lo es todo y no me vengan con ese antiguo cliché de que «es la profesión más antigua del mundo», es sin duda, la «explotación más antigua del mundo». Así como hemos logrado erradicar la esclavitud de seres humanos, así como luchamos en contra de esa otra lacra que es la violencia machista, como luchamos en contra del racismo, como luchamos en contra del capitalismo salvaje, tenemos que seguir luchando para que la igualdad entre los sexos sea una realidad. Como feministas queremos, antes que nada, la igualdad entre hombres y mujeres y que no nos confundan, tal y como afirma el lema de la Plataforma por la abolición de la prostitución: «La prostitución no es un trabajo, ni una actividad como otra cualquiera. Regular la prostitución es legitimar la violencia contra las mujeres».
Por: Silvia Cuevas-Morales
NOTAS
(1) Intervención de Cristina Garaizabal, del Colectivo Hetaira en la comisión del Congreso de los Diputados de España, junio del 2006.
(2) Instituto Nacional de Salud Pública de Suecia, Folkhälsoinstitutet, 1998:1.
(3) Ponencia presentada en las Jornadas sobre Prostitución de Sevilla, 25 de marzo de 2006.
(4) Recomiendo su excelente y conmovedora autobiografía, El silencio de la inocencia, Editorial Destino, 2006.
(5) Sheila Jeffreys, Intervención en el Seminario sobre los efectos de la legalización de las actividades de la prostitución, Estocolmo, 6 de noviembre de 2002.
(6) Cristina Garaizabal, mesa redonda celebrada el 24 de abril de 2007, en la Asociación Libre de Abogados de Madrid.
(7) En un estudio realizado en Vancouver en el 2001, por Melissa Farley y Jacqueline Lynne, los resultados demostraron que el 95% de las 100 mujeres entrevistadas querían salirse la prostitución. Los resultados obtenidos en España por Apram o Médicos del Mundo, por ejemplo, demuestran la misma tendencia.
(8) «Prostitución y tráfico de mujeres», folleto informativo editado por el Ministerio de Industria, Empleo y Comunicaciones, Depto. de Igualdad de Género del gobierno Sueco, Artículo Nº N4005, 2004.
(9) Sheila Jeffreys, Op. Cit.
(10)Elvira Siurana, «Prostituirse no es una opción, es una desgracias», publicado en http://www.ciudaddemujeres.com.
(11) Dato publicado en el libro Quiero ser puta, de Gemma Lienas, Península, 2006, p. 64.
Publicado en: http://www.laotrapagina.com/articulo-152.html