Cuando se produce una acción violenta como el robo de un banco, un accidente o un atentado terrorista, la noticia ocupa los periódicos, las televisiones, las instituciones y las agendas de los políticos, sobre todo si ocurre en campaña electoral.
El secuestro y la tortura que sufre una mujer maltratada parece no importar y nadie se preocupa por esas criaturas encerradas en un piso como si fuera una cárcel donde son castigadas, sometidas a humillaciones, y, en última instancia, condenadas a morir irremediablemente. Amantes, esposos, compañeros de algunas horas felices ya borradas de sus mentes a fuerza de golpes y miedo, se encargan de torturarlas durante meses o durante toda una vida. Pero nadie comprende. Nadie hace nada por seguir los pasos de esos hombres acostumbrados, por vicio o por odio, a desangrar a una mujer. No solo las matan, previamente las torturan y nadie parece querer enterarse. Porque muchas mujeres, antes de ser asesinadas, han sido previamente torturadas durante meses o durante años por el mismo sujeto que acaba con su vida.
Y de eso nadie parece querer hablar. Ni la familia, ni los amigos, ni el círculo que rodea a la víctima saben nada o parecen no querer saber nada. Y, lo que es más grave, si lo saben, prefieren ignorarlo. ¿Por qué? Porque piensan que la sacrificada es más fuerte de lo que es; porque creen que podrá solucionarlo ella sola; porque imaginan que es libre para determinar su propia situación y ellos no son quiénes para interferir en sus decisiones, etc. Hay miles de respuestas, tantas como casos. Al final, todos corren un tupido velo sobre las mujeres que sufren malos tratos y las hacen invisibles. Si no existen, no sufren y, si no sufren, ya no hay un culpable social que lo permite. Y si por casualidad los culpables aparecen y se dan a conocer sus nombres, todo el mundo respira aliviado. Ya se ocupará de ellos la ley, decimos conmovidos y nos vamos a dormir tranquilos.
Hay cosas que es mejor no nombrar para no hacerlas evidentes. Esa es la clave para entender el silencio creado alrededor de las mujeres. La visibilidad de una mujer está permitida siempre y cuando responda a los cánones que los hombres han creado. En el momento que las mujeres aparecemos en escena y actuamos libremente, los hombres comienzan a ponerse nerviosos y a desenvainar las espadas. Y ruedan cabezas. No hay otra explicación.
Estamos en campaña electoral. Los candidatos que aspiran a gobernar el País, en su único debate a cuatro, dedicaron 22 segundos a la violencia contra las mujeres. Una vez más nos dejan solas. Abandonadas a una muerte anunciada día tras día. Hablaron de todo menos del calvario que padecen muchas mujeres lo que los convierte en cómplices de la violencia machista por ignorarla en el debate.
A día de hoy son ya 47 las víctimas de la violencia machista. Debemos levantar nuestra voz en nombre de todas ellas, exigir a todos los políticos y Partidos que nos piden el voto, su voz, esfuerzo y compromiso para salvar a las mujeres de la humillación y la muerte. Queremos al Gobierno en pie de guerra, que se trate a las mujeres maltratadas como a víctimas del terrorismo machista y a sus asesinos se les considere terroristas, dentro y fuera de las cárceles. Queremos un tratamiento de primera clase para quienes no queremos seguir siendo invisibles nunca más.
¡¡ POR UNA LEY ANTITERRORISTA CONTRA LOS DELITOS DE VIOLENCIA DE GENERO. NI UNA MENOS !!