Andrea Momoitio
María Ángeles Muñoz tuvo que buscarse la vida cuando su marido se marchó de casa. Ella y Ramón Soto se casaron en 1969 y vivían juntos en Barcelona. Poco después de casarse, Muñoz se quedó embarazada. Yolanda, su hija, apenas tenía dos meses cuando desapareció su padre.
Nada. Ni rastro de él. La familia de Muñoz, según declaró a la prensa de la época, llegó a contratar a un detective privado para averiguar qué estaba pasando. El cuñado de MªÁngeles Muñoz aseguró que le habían encontrado haciendo «cosas que no debía». En teoría, empezó una relación con otro hombre. La homofobia seguro que entró en juego de alguna manera, pero desconozco cómo.
Yolanda, la hija de Mª Ángeles, tenía ya seis años cuando Ramón volvió exigiendo su custodia. Ella estaba entonces embarazada de su segunda hija y su marido aprovechó la tesitura para acusarla de adulterio. Hasta 1978, el artículo 449 del Código Penal español recogía que «cometen adulterio la mujer casada que yace con varón que no sea su marido y el que yace con ella, sabiendo que es casada». Los hombres que mantenían relaciones sexuales fuera del matrimonio no eran acusados de adulterio sino de amancebamiento. «El marido que tuviera manceba dentro de la casa conyugal, o notoriamente fuera de ella, será castigado con prisión menor».
Ellos lo único que tenían que hacer era tener cuidadito para no dar mucho la nota.
No siempre ha sido así. El Código Penal franquista de 1944, de hecho, recogía en el artículo 428 que «el marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causare cualquiera de las lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les produjere lesiones de otra clase, quedará exento de pena». Este privilegio masculino fue derogado en 1963, pero todavía quedaba mucho para que el adulterio fuera despenalizado por completo.
El 12 de noviembre de 1976, Mª Ángeles Muñoz entraba al juzgado acusada de adúltera y más de 300 mujeres se reunieron ante el Palacio de Justicia de Barcelona para apoyarla. La Associació Catalana de la Dona y la Coordinadora de Mujeres impulsaron las protestas. Las pancartas recogían algunas de las que eran las principales reivindicaciones de la época: «No a las leyes que discriminan a la mujer»; «No al castigo por adulterio» o «No somos propiedad del marido». La revista Opción, una publicación feminista de la época, denunciaba que la ley era «intolerable , opresora , desfasada y caduca», «no solo por su posible interpretación al ser aplicada sino por su mismo espíritu». Describían a una mujer «morena de pelo y piel» con «una mueca triste en la cara». En agosto de 1977, tras un largo periplo judicial, Muñoz decidió no entregar a su hija al juez. Según se recoge en El País, Muñoz contaba incluso con el apoyo de sus suegros, que al parecer preferían que la niña estuviera con su madre.
Mª Ángeles también había denunciado a Ramón cuando entendió que no volvería. Fue condenado por abandono de hogar y tuvo que pagar 25.000 pesetas, pero aquello no fue suficiente para evitar que fuera condenada ella también. Decía la prensa que era una mujer que no había tenido acceso a la cultura, que se había empezado con firmeza en salir adelante. Entre las maneras que encontró de buscarse la vida, alquilaba algunas habitaciones de su casa para conseguir algo más de dinero.
En 1976, la historia de Mª Ángeles Muñoz acabó por convertirse en una de las principales reivindicaciones del movimiento feminista de Barcelona y sus demandas tuvieron eco en todo el Estado español. El incipiente movimiento tenía fuerza suficiente para impulsar un cambio que llegó un pelín antes de que se aprobara la Constitución. El 26 de mayo de 1978, se despenalizaba el adulterio.
Las mujeres españolas llevaban años haciendo frente a la represión franquista y poniendo sobre la mesa la necesidad de construir las bases de la democracia sobre una sociedad más igualitaria. Las Primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer se habían organizado ya en Madrid, en diciembre de 1975, y aquella cita fue el revulsivo que necesitaban las mujeres. Aquel año, además, había sido proclamado por la Asamblea General de Naciones Unidas como el Año Internacional de la Mujer. Poco después, en mayo de 1976, se celebraron en Barcelona las Primeres Jornades Catalanes de la Dona en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona. Entre sus reivindicaciones, exigían la derogación de todas las leyes discriminatorias y un cambio total de la legislación vigente. Además, afirmaban «la necesidad de un Movimiento Feminista, revolucionario y autónomo en nuestro país, que defienda las reivindicaciones específicas de la mujer en todo momento» para evitar cualquier tipo de discriminación.
Quedaba mucho por hacer, pero estaban dando pasos gigantes.
Las huellas de su camino son ahora nuestro refugio.
Enlace al artículo original: https://blogs.publico.es/otrasmiradas/56575/la-lucha-feminista-para-derogar-el-articulo-449-del-codigo-penal/