Por ANÍBAL MALVAR (Rosa y espinas)
El juzgado de instrucción número 2 de Burgos está investigando a unos sacerdotes y beatos que sometieron a 13 exorcismos a una chavalita anoréxica de 17 años. Ahora la niña ha alcanzado la mayoría de edad, y acaba de denunciar a sus padres y a otros fanáticos religiosos por el asunto. Cómo eran esos exorcismos lo cuenta muy bien el Diario de Burgos:
La tumbaron en el suelo a los pies del altar, pero como intentó escaparse, tras ponerse muy nerviosa, la sujetaron por los brazos y se sentaron encima de las piernas. Mientras un señor le sujetaba la cabeza, una señora «le ponía un crucifijo y apretaba con fuerza». Le hicieron daño y le causaron una herida, además de colocarle imágenes de santos por todo el cuerpo. Durante el rito, que duró entre una y dos horas, el exorcista estuvo rezando el rosario y otras oraciones de sanación. Le hizo beber agua con sal exorcizada y se dirigía a ella voceando expresiones como: «¿Quién eres, Satanás, Belcebú, el diablo en persona?» Y también: «Bestia inmunda, dixi mi como tu a dominaris». Como el diablo no contestó, concluyó que la posesión era total y le recomendó, según la joven, que dejara de tomar la medicación prescrita por su psiquiatra.
El Arzobispado de Burgos, en su página oficial, reconoce que se han practicado los 13 exorcismos.Y los excusa: “Después de haber estado ingresada varias veces en hospitales de Burgos y Valladolid, sus padres, angustiados al ver que su hija no se recuperaba, consideraron conveniente llevarla al exorcista en el mes de abril. Las sesiones concluyeron en junio de este año, con el convencimiento de sus padres de que estaba sanada […]. Los exorcismos son una práctica religiosa que se ha mantenido en la tradición de la Iglesia como un derecho de todos los fieles. El Código de Derecho Canónico exige que el exorcista sea nombrado por el obispo y que valore la oportunidad de realizarlo. Reconocemos que el exorcista de Valladolid está legítimamente nombrado por su obispo”.
Yo no sé a vosotros, pero a mí, cada día que paso en España, se me echan más encima la Edad Media y Torquemada. Qué hartazgo de tiempos, en los que no le dejan a uno ni ser mínimamente contemporáneo.
Ahora los jueces investigan a los padres por llevar a la niña al exorcista, y al exorcista y sus ayudantes por si es delito arrojar a una niña bajo un altar, sujetarla de pies y manos, golpearla con un crucifijo y escupirle luciferinos latinajos. Vaya con el sosiego del beato que cantaron nuestros más místicos poetas. La jueza intuye delitos de lesiones, violencia de género y maltrato familiar. Vaya jueza más impía, murmurarán los obispos en el té de las marquesas no exentos de razón.
Resulta curioso que nuestra sociedad siga considerando normales estas ocurrencias algo excéntricas que perpetúa nuestra iglesia católica desde hace siglos. Si un profesor de matemáticas arroja a una niña anoréxica al suelo de la clase, se sienta a horcajadas sobre ella sujetándole con fuerza las muñecas, la golpea con el ábaco, y le grita en griego el Teorema de Pitágoras, quizá se pase unos lustros enseñándole aritmética a Luis Bárcenas en un módulo de Soto del Real. No digamos si una niña denuncia que su padre la ha sometido a tamañas barbaridades full-contact/piadosas.
Sin embargo, si lo hace la Iglesia se considera costumbre ponderada: “Los exorcismos son una práctica religiosa que se ha mantenido en la tradición de la Iglesia como un derecho de todos los fieles”.
Como la ablación de clítoris en otras sectas.
O el derecho de la mujer musulmana a esclavizarse bajo un velo.
Como tirar una cabra desde un campanario.
Como bendecir a un dictador.
En los últimos tiempos, parece que algún juez está empezando a interesarse por estudiar la impunidad penal de la Iglesia española ante sus innumerables atropellos. No me parece mal. Parafraseando a los chicos del 15-M, no estaría mal que las hostias cambiaran de bando.