Ser hombre significa saber sin ninguna duda que no serás violado y arrojado a un río por una mujer, por ejemplo
Yo soy mujer, y no tengo esa certeza. Al igual que no lo tiene ninguna mujer. Porque somos mujeres, no hay más
Nos están matando, y Vox pretende que este grito que aún no se oye lo suficiente se acalle para siempreBarbijaputa
Vox ha anunciado que la Ley Integral de Violencia de Género no es sólo una línea roja en su pacto para gobernar con Ciudadanos y Partido Popular en Andalucía, sino que es directamente el punto de partida.
En su programa, dicen lo siguiente: «Derogación ley de violencia de género y de toda norma que discrimine a un sexo de otro. En su lugar, promulgar una ley de violencia intrafamiliar que proteja por igual a ancianos, hombres, mujeres y niños».
Aquí intentan manipular y tergiversar tres conceptos.
Uno: que no existe ya una ley de violencia doméstica, y que por lo tanto, agresores de hombres, de ancianos y de niños y niñas, están exentos de pena actualmente.
Dos: que no es necesaria una ley específica para acabar con una lacra mundial: la violencia contra las mujeres por parte de los hombres. Recordemos por enésima vez que organizaciones como la Organización Mundial de la Salud o la ONU han catalogado la violencia que sufrimos las mujeres de proporciones pandémicas.
Tres: que la única desigualdad por sexo que existe en nuestra sociedad es la «sufrida» por los hombres por parte de una ley (la LIVG) que nació precisamente para erradicar una violencia que no es un problema puntual de España, sino mundial. Es decir, no es algo que se deba o pueda luchar sólo desde nuestro país, sino desde todos los países del mundo. Vox pretende así poner a España en la cola de países que luchan contra la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres.
Pero, aún hay gente que se pregunta ¿cómo es eso de que a las mujeres nos matan por ser mujeres? ¿Por qué hay tantas feministas gritando ‘nos están matando’? Si están vivas, ¿por qué usan la primera persona del plural?
Para ser honestas, unos se lo preguntan, y otros como Vox y sus votantes, directamente niegan esta realidad. En su programa de 2016 decían lo siguiente:
«Corregir la falsa detección de causas (machismo) y el “delito de autor”.
- Realizar estudios sobre la epidemiología de la violencia que surge en el seno de la pareja y/o familia, especificando situación de la pareja y otras patologías que puedan ser relevantes.
- Reformular la consideración judicial de la enfermedad mental, intentando evitar que los enfermos cometan un delito para justificar su aislamiento de la sociedad mediante el encarcelamiento.
- Incluir en diligencias el informe vecinal, familiar y de posibles antecedentes por alcoholismo, drogadicción o enfermedad mental.
Esto es, claramente, volver al pasado en cuanto a materia de igualdad. Es volver a invisibilizar la violencia machista y esconder cada uno de los casos en las últimas páginas de los periódicos bajo titulares como «crimen pasional», «la mató por celos», «un loco mata a una mujer». Es querer tirar a la basura todo el trabajo de pedagogía social que el feminismo ha hecho en esta materia. Acabar con toda la lucha de miles de mujeres que se han dejado la piel para que no se normalice la violencia sufrida por parte de los hombres.
Pero hay dos tipos de personas que niegan que a las mujeres nos maten, violen y agredan por ser mujeres: las que bajo ningún concepto van a aceptar este hecho y a las que le faltan datos con tanta intoxicación. Este artículo va dirigido al segundo grupo. El primero está perdido, ellos lo saben y nosotras también. Ni un minuto más para ellos.
¿Por qué a las mujeres nos matan por ser mujeres?
Para intentar entender esto es básico que aceptemos la existencia de un sistema que permite que esto sea así. No sería posible que en todo el mundo los hombres maltraten, violen y asesinen a sus parejas (o desconocidas) mujeres sin una estructura que lo soporte. Esta estructura es invisible, como lo es cualquier tipo de sistema o construcción social: el capitalismo es invisible, el género en sí mismo es invisible, intangible. No obstante, sabemos que existen por las pruebas que generan. Nadie «ve» el género, y sin embargo todo el mundo es capaz de reconocer a una mujer y a un hombre.
Así que estaría bien basarnos en las pruebas y en la realidad material en cada análisis que hagamos, o si son ustedes más de creencias, imaginen que al patriarcado lo parió una muchacha tras el anuncio de una paloma. Lo importante es que partamos de la base de que el patriarcado existe y de que podemos comprobarlo porque hay infinidad de formas de violencia que nacen de él: techo de cristal, brecha salarial, feminización de la pobreza, feminicidios, violaciones, agresiones… realidades que están ahí, pruebas innegables por muy machista que se sea.
Pues bien, este sistema, que si no les gusta la palabra patriarcado podemos llamarlo en este artículo «patata», tiene unos engranajes que necesita de toda o gran parte de la sociedad para funcionar: necesita piezas, necesita quien lo engrase, quien lo parchee cuando no funcione por algún sitio, necesita mantenimiento y dedicación. Todos los que hacen funcionar esa máquina, ya sea por activa o por pasiva, son responsables de las víctimas que va dejando. Todos y cada uno de los participantes. Hay personas que se limitan a ver girar las piezas, otros que las engrasan más o menos conscientemente, y otros que restauran y sacan brillo.
Podemos ejemplificar, con cosas que todas conocemos, cómo funciona el patriarcado:
Sabemos que el patriarcado vive de diferenciarnos desde que somos bebés. Ya de recién nacidas somos personitas indistinguibles, y eso es algo que el machismo no consiente, porque donde no hay distinción visible el machismo no sabe a quién asignar unos roles u otros, así que nos decoran con símbolos y colores que nos separen: azul y rosa; pelo corto y pelo largo; pantalón y vestido; orejas sin agujerear, orejas agujereadas (ya ven que desde pequeñita los dolores van para nosotras, y es que ‘para presumir hay que sufrir’).
Esto, en apariencia inocuo, lleva a la discriminación, mofa y violencia de personas que intentan salirse del camino marcado: ¿qué pasaría si un niño quisiera llevar falda un día al colegio? Probablemente hay muy pocos que se lo hayan planteado siquiera, el rechazo es bestial ya que «un vestido es de niñas». ¿Y hay algo peor para un niño que lo llamen niña? No. Ese rechazo a las «cosas de niñas» por parte de los niños es una construcción social, no es natural. Es enseñado, no biológico. Tampoco es natural permitir a los niños unas cosas y a la niñas no. Tampoco es natural, sino una construcción social, decirle a las niñas que «si Pepito se mete contigo es que le gustas». También es social y no biológica la enseñanza de «quien bien te quiere te hará llorar». De la misma forma que es una construcción llamarla puta, unos años después, por el simple hecho de haber deseado una relación sexual. No es natural que ellos sean muy «machotes» cuantas más parejas sexuales tengan y ellas unas «zorras» por la mitad de la cifra del «machote». Ni hablamos de si es ella quien ha tenido más sexo que él. De ahí vienen luego las preguntas de un novio cualquiera (y su consecuente enfado) sobre el currículo sexual de la chica. Y la vergüenza de ella si es una cifra «demasiado alta».
Los roles impuestos según el género crean violencia, y el hombre, en una sociedad como la nuestra, de dominación masculina, se cree con el derecho de poder juzgar y castigar aquellas facetas de la mujer que considera no ajustadas a su género. De ahí que los hombres maten a sus parejas porque iban a divorciarse, porque iban a dejarlos, en vez de aguantarlos toda la vida como las mujeres abnegadas, fieles y cuidadoras que deben ser. De ahí que en los juicios por violaciones, se admitan como prueba absolutoria para el violador que la víctima llevara bajo la ropa un tanga. ¿Qué mujer que no desea sexo lleva puesto un tanga? Ninguna, al parecer.
Podemos seguir con este caso (que ha sucedido hace tan solo unos meses) aprovechando que todos sabemos de qué hablamos, y ejemplificar con él, cómo el patriarcado no sólo se vale de un hombre para operar: primero la víctima fue violada por el hombre, luego, en el juicio, su abogado sacó a relucir el tanga de la chica violada. Otro hombre, el juez, lo admitió como prueba, y más tarde, liberó al violador y dejó sin justicia a la mujer. De esto hablamos también cuando decimos que la justicia está patriarcalizada. Pero si no les vale este caso, tenemos millones de ellos.
Y volviendo a Vox, quien desea eliminar la única ley contra la violencia machista que se ha creado en nuestro país (de la que hablaremos en el próximo artículo): estamos ante uno de los perpetuadores del sistema del que venimos hablando. Un sistema patriarcal que nos mata, es cuidado y mimado por los representantes de esos 400.000 votos en Andalucía. Intentan negar con tergiversaciones nuestra realidad, la realidad de las mujeres, de las víctimas. Su modus operandi no es nada sutil ni refinado, pero no lo necesitan porque sus seguidores ya están felizmente convencidos de que nadie mata a nadie por el hecho de ser mujer, de que los violadores son «locos», y de que las mujeres somos malas pécoras que usan una ley para meter a sus novios y maridos en prisión cuando se les antoja.
Vox habla en su programa de 2016 de separar simples «peleas» de pareja del verdadero maltrato, pero por otra parte, es capaz de ver «maltrato de palabra» hacia su votantes en los discursos de sus adversarios políticos. Curiosamente, son sensibles a ciertos tipos de violencias, en concreto a la recibida por el hombre que es juzgado por violencia machista (desigualdad ante la ley, alegan), y también a la violencia «de palabra» a quienes les votan. El resto de violencias hay que estudiarlas bien, no como ya se han estudiado, sino como ellos quieren que se estudien: achacándolas a las enfermedades mentales y a peleas sanas de pareja.
Vox ve la parte que le interesa, y afila y agudiza las palabras para lo que le beneficia políticamente: ellos, los hombres. Y diluye, esconde y pelea contra lo que odia: nosotras, las mujeres.
Y para acabar, hablemos de esa otra duda que campa a lo ancho y largo del país: ¿por qué decimos «Nos están matando» las que estamos vivas?
Si lees tantas veces «nos están matando» de bocas de mujeres vivas es precisamente porque sabemos que las que son asesinadas por hombres murieron porque eran mujeres. No hay otro denominador común entre las violadas y asesinadas por machistas que ese: violan y asesinan a mujeres.
¿A cuántos hombres violan las mujeres? ¿Cuántos grupos de mujeres existen que se organicen -drogas mediante- para agredir y violar a un hombre? ¿Cuántos hombres salen a correr y acaban desnudos tirados en medio del campo? Las violaciones de mujeres que se denuncian (que son la minoría, no una cifra real) son una cada 5 horas en nuestro país. Hablamos de casi 5 mujeres al día yendo a una comisaría a denunciar que uno o varios hombres la han violado. Uno o varios hombres coge el cuerpo de una mujer cada cinco horas en España como si fuera un objeto y hace con él lo que él cree que merece por ser hombre. Mientras leen estas líneas, es incontable el número de mujeres que están siendo violadas en el mundo por uno o varios hombres. También es incontable el número de nosotras que está siendo maltratada. El asesinato es el paso final, y también llega, por supuesto. No son «locos», no hay tantos miles de hombres con una enfermedad mental. De hecho, las personas con enfermedades mentales reciben más violencia de la que generan. Es curioso que la enfermedad mental se use como excusa para justificar a agresores y feminicidas. Parece como si no hubiera mujeres con trastornos. ¿Por qué nos le dará por violar a hombres? ¿Por qué no les dará a ellas por maltratar al género contrario hasta llegar a crear una lacra social como la que existe en el caso contrario?
Las que decimos que nos están matando a pesar de estar vivas, es porque sabemos que lo único que tenía Laura Luelmo para acabar asesinada y desnuda en un arbusto era ser mujer. Si decimos que Laura somos todas, o que Marta somos todas, o que si nos tocan a una nos tocan a todas, es porque puede que hoy no me haya tocado a mí, pero no sé si mañana me tocará. Ser hombre significa saber sin ninguna duda que no serás violado y arrojado a un río por una mujer, por ejemplo. Yo soy mujer, y no tengo esa certeza. Al igual que no lo tiene ninguna mujer. Porque somos mujeres, no hay más.
Así que sí, nos están matando. Nos están matando por ser mujeres. Y nos están matando hombres. Y Vox pretende que este grito que aún no se oye lo suficiente se acalle para siempre. Pero vamos a pelear mientras estemos vivas, porque llevamos razón, porque estamos despiertas, porque merecemos una vida digna, libre y segura. Y lo vamos a conseguir se ponga quien se ponga por delante.
Fuente: https://www.eldiario.es/barbijaputa/vox-barbijaputa-violencia_machista_6_853274674.html