Si la máquina del tiempo existiera, podríamos ver a Celia o Elisa, junto a sus compañeras de fábrica, caminando por las calles de Nueva York a fines del invierno de 1857. Era una época en que cada vez más mujeres se incorporaban a la producción, especialmente en la rama textil, donde eran mayoría absoluta. Pero las extenuantes jornadas de más de 12 horas a cambio de salarios miserables sublevaron a las obreras de una fábrica textil neoyorquina que salieron a la calle a reclamar por sus derechos. Era el 8 de marzo y las manifestantes fueron atacadas por la policía.
No fue la primera ni la última vez que las obreras textiles se movilizaban. Medio siglo más tarde, en marzo de 1908, 15.000 obreras marcharon por la misma ciudad al grito de “Pan y rosas”, sintetizando en esta consigna sus demandas por aumento de salario y por mejores condiciones de vida. Y al año siguiente, también en marzo, más de 140 mujeres jóvenes, la mayoría inmigrantes, murieron calcinadas en una fábrica textil de Nueva York, en un incendio provocado por las bombas incendiarias que les lanzaron ante la negativa de abandonar el encierro en el que protestaban por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que padecían.
Fue finalmente en 1910, durante un Congreso Internacional de Mujeres Socialistas, que la alemana Clara Zetkin propuso que se estableciera el 8 de marzo como el Dia Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a aquellas que llevaron adelante las primeras acciones de mujeres trabajadoras organizadas contra la explotación capitalista.
Siete años más tarde, cuando se conmemoraba este día en Rusia, las obreras textiles tomaron las calles reclamando “Pan, paz y libertad”, marcando así el inicio de la más grande revolución del siglo XX, que desembocará en la toma del poder por la clase obrera, en el mes de octubre del mismo año.
En España se celebró por primera vez en 1936 y fue en 1977 cuando la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. En este año 2013 las Naciones Unidas han lanzado como consigna dedicatoria a la jornada: “Una promesa es una promesa: momento de pasar a la acción para acabar con la violencia contra las mujeres”
Erradicar la violencia de género es el verdadero reto del siglo XXI. Es la primera causa de muerte de la mujer en el mundo, pero también es la primera causa generadora de guerras. El niño que crece en el mito de la superioridad del varón frente a la mujer, incorpora a sus más íntimas creencias la de que unos seres son superiores a otros sólo por su sexo. Es fácil extrapolar esta idea a la de superioridad por la raza, por la lengua, etc.
Resumiendo, la liberación de las mujeres implica una revolución en todos los planos: económico, social, político y cultural.
¡POR LA LIBERACIÓN DE LA MUJER! ¡POR EL FIN DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES! ¡VIVA EL 8 DE MARZO!