Los expertos alertan de la temprana edad de muchos casos. Los hay que levantan la mano con solo 11 años
ARTURO CHECA | ALICANTE
27 octubre 2014
Todo el mundo sabe lo que es una bofetada y lo reconoce como una agresión. Para eso, la edad no es un grado. Pero cuando el ataque es psicológico, sibilino y camuflado, muchos menores no lo distinguen. «Para los jóvenes, la agresión física, es violencia de genero. Todos los estudios constatan que lo reconocen como tal. Pero para muchos, los celos… son amor. El control de conductas, vestidos y amigos… es amor y protección para la mujer. Los insultos son sólo un efecto del enfado. El aislamiento de los amigos es que me ama y quiere estar siempre conmigo». Y ese falso amor es el caldo de cultivo en el que crece y crece el adolescente maltratador. El abogado y periodista valenciano José Antonio Burriel, presidente de la Asociación No Más Violencia de Género (su web nomasvg.com ha logrado casi 200.000 ‘alcances’ en la red en lo que va de año) describe a la perfección uno de los grandes peligros en los malos tratos entre menores: confundir el maltrato con amor. Y sigue ocurriendo demasiado a menudo, advierten los expertos.
Cifras y especialistas no se ponen de acuerdo. Los datos de la Fiscalía General hablan de algo más de medio millar de asuntos de violencia doméstica y de género incoados contra menores de la Comunitat el año pasado. En 2012 superaron los 600 casos. La incidencia parece ir a menos. Pero ahí sigue. Sólo en lo que va de año ya han sido condenados casi 200 adolescentes en la provincia de Valencia por agredir a sus familiares o parejas. Nueve por malos tratos a sus compañeros o compañeras sentimentales y 174 por violencia intrafamiliar.
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El joven de Carcaixent de 17 años internado el pasado mes de octubre por propinar una paliza a su novia de 15 es el último episodio de una lacra que no cesa. Aunque hay datos esperanzadores. «En lo que va de año hay nueve condenados por violencia de género. Es una cifra baja. Ojalá no existiera ninguno, y mientras lo haya hay que luchar contra ello, pero es muy difícil, por no decir imposible, que lleguen a desaparecer. Yo creo que estos datos demuestran que las campañas de concienciación y las políticas de prevención funcionan», afirma Gema García, fiscal coordinadora de menores.
Confundir celos y amor no es el único muro para luchar contra los maltratos. El silencio también ayuda a los que levantan la mano. «Hace una década que los casos de violencia filio-paternal no han dejado de crecer», opina María José Ridaura, psicóloga de la Fundación Amigó y que a diario trabaja con menores en proceso de rehabilitación». Y ella conoce el peligro del silencio. «No sólo crecen las denuncias, también los casos que quedan ocultos. La violencia diaria que vemos en los medios, la resolución de problemas con violencia hace que esta se haya legitimizado. Y muchos padres o familiares no denuncian porque lo ven algo normal», sostiene Ridaura.
Tener que pasar otra vez por el trance de la llegada de la policía, «aguantar las miradas del vecino del quinto que piensa que somos una mala madre», ejemplifica la psicóloga, son algunas de las circunstancias que acallan muchos maltratos. Todos los expertos coinciden en que las cifras reales son mucho mayores. «Abundan los casos en los que denuncian los vecinos o los Servicios Sociales», subraya la fiscal García.
Es el miedo a sufrir una ‘condena social’, otra mordaza tras la que se parapetan los maltratadores más precoces. La paciencia es la santa virtud, y a la vez un arma de doble filo, en muchos de los casos entre los progenitores. Y el aguante. Según la Fiscalía General, la media detectada en los casos denunciados, desde el momento en que se producen los primeros episodios violentos, es de 18 meses. Un año y medio, por lo general, son capaces de aguantar unos padres los desmanes de un hijo maltratador.
Tiranos de nueve años
Hay estudios que sostienen que sólo uno de cada ocho padres se atreve a denunciar. Y la violencia cada vez es más temprana. Los 14 años que muchos especialistas situaban hasta ahora como génesis de las conductas violentas está ahora retrocediendo. «Hay progenitores que una vez que el caso sale a la luz, te das cuenta de que llevan sufriendo esa violencia desde dos o tres años atrás. Tiranos de sólo 11 años. Y expertos como Alberto López han sido testigos de infiernos protagonizados por pequeños de apenas nueve años. Todos inimputables por su edad.La Fiscalía no es ajena a la gran problemática. «Hay dramas humanos en los que se encuentran inmersas miles de familias. No es infrecuente que los progenitores acudan a la Fiscalía derivados por los propios Servicios Sociales», sostiene la memoria de la Fiscalía General del Estado. El duro pero necesario trance de denunciar a un hijo maltratador.
Las cifras del Instituto Nacional de Estadística tampoco invitan a echar las campanas al vuelo. El año pasado fueron sentenciados en toda España casi 15.000 menores. Andalucía es la región con más jóvenes condenados, algo más de 3.400. Pero la Comunitat va a la zaga con 2.262, lo que equivale a un 15% del total de España. O lo que es lo mismo, seis adolescentes son condenados cada día en la región por cometer algún tipo de delito.
Pese a la poca incidencia de menores condenados por violencia sobre sus parejas, desde la Fundación Anar (su teléfono 900 20 20 10 recibió el año pasado casi un millar de SOS de niños de toda España) no dejan de alertar de la gran incidencia de estos episodios. «Las chiquillas que nos llaman, porque han sufrido algún tipo de violencia a manos de sus novios o amigos íntimos es cada vez menor. No faltan las de 12 o 13 años», explica Diana Díaz, técnico de Anar.
La psicóloga María José Ridaura marca los 16 años como fecha media en la que se desarrollan los maltratos de hijos a padres. El instante de eclosión más candente de la adolescencia. Ella fija dos perfiles de maltratadores: los procedentes de clase media, que principalmente ‘vampirizan’ las conductas de sus padres (son testigos de agresiones o golpes y los repiten); y los surgidos de familias de clase alta o muy alta, con gran cultura y una enorme disponibilidad de dinero para los adolescentes. «No faltan los que tienen una paga de 100 euros y maltratan a los padres para conseguir algo: dinero, unas zapatillas de 150 euros o un fin de semana pagado en Ibiza», explica la experta.
Si me quieres, dame tu clave
Las adolescentes víctimas de malos tratos por sus parejas también tienen a su servicio estrategias para evitar las agresiones. Incluso anticiparse a ellas. No sólo cuentan con apps descargables en móviles (como recoge el apoyo que acompaña a este texto) en las que, con la respuesta de una serie de preguntas, pueden descubrir si su novio es un maltratador en potencia; también hay webs, como la de la Asociación No Más Violencia de Género, en la que se recogen preguntas clave a la hora de desenmascarar a un compañero violento. Critica tu forma de vestir o pensar. «Se enfada si no le avisas de que sales y de no saber a dónde vas, pretende anular tus decisiones, se molesta si sales con un amigo, te controla las llamadas/mensajes del móvil o del correo electrónico, se ríe de ti delante de tus amigos…» son algunos de los interrogantes que una menor puede hacerse para descubrir si a su lado hay un ‘monstruo’.
Pero, por desgracia, la confusión entre celos-posesión y amor sigue siendo una realidad entre los jóvenes. No se puede entender de otra forma una de las últimas modas entre la adolescencia. Intercambiar las claves de correo, redes sociales y whatsapp con tu pareja como prueba de fidelidad. Ese caldo de cultivo del falso amor en el que los maltratadores se mueven como tiburón en el agua.